En la puerta del cole
A los jóvenes les resulta sencillo dar con algún amigo que les consiga droga. No tienen más que darse una vuelta por la tapia del colegio o preguntar a alguno de sus compañeros de secundaria para hacerse con un poco de cannabis o cocaína. Esto queda patente tras conocerse los resultados de la primera parte de la operación que puso en marcha el Gobierno en enero para acabar con la venta de droga alrededor de los colegios.
El consumo de cannabis, la sustancia que más reparten los traficantes ante los colegios, se ha duplicado en los últimos 10 años, pasando del 18,2% al 36,6%. Quizá el aspecto más preocupante de todo es la caída en la percepción del riesgo ante las drogas. En 1994, el 60% de los jóvenes españoles era consciente del peligro si consumía cannabis. Diez años después, este porcentaje cae al 36,9%. La percepción del riesgo sobre la cocaína cayó del 78% al 70,6%.
Por mucho que se le repita a un adolescente que diga "no" a las drogas, sólo responderá con una actitud adulta de rechazo si tiene confianza en la familia y en su entorno, y si es consciente del abismo psíquico y el dolor físico a los que la dependencia puede llevarle. Por desgracia, esto ya es poco común. Se han dicho muchas tonterías en la lucha contra las drogas. Las peores son que todo se solucionaría por sí mismo, que afecta a familias desestructuradas, que hay métodos para aislar a los jóvenes de esta plaga. La trivialización arrogante e irresponsable que muchos han hecho del consumo de drogas en las últimas tres décadas pasa ahora factura. Toda la sociedad debiera entonar algo de mea culpa en ello, pero ante todo reaccionar para que los errores no acaben pagándolos generaciones que aún son esos niños del colegio.
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