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Escalada militar en Oriente Próximo

Israel se plantea una invasión terrestre a gran escala para derrotar a Hezbolá

Cuatro soldados israelíes mueren en los combates que se libran en la frontera libanesa

Israel no soporta la guerra de desgaste que ha lanzado Hezbolá con sus cohetes Katiusha. El norte del país está paralizado desde el 12 de julio y los soldados que combaten en territorio libanés -cuatro perecieron ayer- se enfrentan a una guerrilla dispuesta al sacrificio. La escalada militar se observaba a simple vista ayer a lo largo de la frontera con Líbano. Y todo apunta a que se recrudecerá. El ministro de Defensa israelí, Amir Peretz, y el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz, sugirieron una invasión terrestre mucho más allá del par de kilómetros en los que combaten las tropas.

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Es un dilema que atormenta: el ataque masivo por tierra acarrearía un choque sangriento con la milicia chií. Y el recuerdo de los 22 años de ocupación del sur de Líbano, y sus cientos de muertos, pesan en la memoria colectiva. Los objetivos de las Fuerzas Armadas son aniquilar al líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, y la capacidad militar del movimiento islamista chií. Lo ha intentado la aviación israelí con todo su poderío. Pero no será sencillo sin una amplia invasión militar de Líbano.

Los guerrilleros han dispuesto de seis años para prepararse. Hezbolá ha construido, según los expertos, infinidad de túneles y refugios subterráneos en su feudo del sur y luchan sin necesidad de mantener contacto con sus jefes en Beirut o en el valle de la Bekaa, al este de Líbano. Han contado con la ayuda de Siria e Irán para su rearme. Ayer dispararon más de 40 cohetes sobre Galilea, la mitad que en días anteriores. No obstante, no conviene interpretar la disminución como síntoma de debilidad.

Los masivos bombardeos israelíes de la capital libanesa y de infraestructuras civiles en todo el país no han menoscabado hasta la fecha la potencia de fuego de Hezbolá. La lucha fue ayer feroz por segundo día consecutivo. Los cuatro soldados muertos ayer -según la información de la cadena árabe Al Yazira- se suman a otros 14 fallecidos desde el 12 de julio y a 15 civiles israelíes.

De momento, los esfuerzos diplomáticos no van a detener una ofensiva israelí para la que no hay fecha de caducidad. "Hezbolá no debe pensar que daremos un paso atrás. No tenemos intención de ocupar Líbano, pero tampoco de frenar cualquier medida militar que sea necesaria", declaró el responsable de Defensa israelí durante una visita a una base en el norte.

Dan Halutz, jefe del Estado Mayor, declaró en un mensaje dirigido a reforzar la moral de la población: "El Estado de Israel se encuentra en medio de una lucha contra una organización terrorista islámica que niega nuestro derecho a existir y que opera bajo los auspicios de Siria e Irán, que desean amenazar la soberanía de Israel... Estamos ante una prueba. Nuestra fuerza moral e ideológica se reflejará en la de los ciudadanos y en su capacidad para afrontar la amenaza. La fuerza de la sociedad y su confianza en el Ejército nos fortalece. Haremos lo que sea necesario para preservar la seguridad del Estado".

En la frontera internacional de Rosh Hanikra, junto a un acantilado sobre el Mediterráneo, los soldados trabajaban ayer a destajo en los vehículos blindados. La carretera lindante con la frontera acoge un trasiego de grandes camiones que transportan vehículos blindados mucho mayor que en jornadas precedentes. En las cercanías de la base de Shomera, una veintena de kilómetros tierra adentro, unas pocas baterías lanzaban proyectiles sobre territorio libanés cinco días atrás. Ayer eran incontables y la actividad era frenética. Los continuos zambombazos dejan insensibles los oídos. Un uniformado hace señas inequívocas: hay que abandonar el lugar. Así están las cosas en los más de 100 kilómetros de frontera, desde Rosh Hanikra hasta Metula, en el extremo norte de Galilea.

Ésta no es la Guerra de los Seis Días. Hoy suman ya nueve jornadas. A los israelíes, que hacen piña junto a su Gobierno, les agrada recordar que el conflicto de junio de 1967 fue resuelto de un plumazo. Ahora, los expertos consideran que los estamentos político y militar necesitan rápidos resultados.La quiebra del poder de disuasión militar de Israel provoca profundos efectos psicológicos en la población. Las sirenas se disparan sin razón aparente en Haifa; el miércoles alarmó una supuesta explosión en una ciudad del sur. El panorama habitual de un atentado suicida. Era falso, pero se ignora de dónde partió el infundio.

El continuo lanzamiento de Katiushas mantiene la actividad económica detenida casi al completo en el norte del país, donde residen más de medio millón de personas. Sólo los funcionarios imprescindibles y un reducido número de técnicos mantienen las instalaciones vitales para impedir el colapso. Las comunicaciones fallan con frecuencia; el 90% de los materiales sensibles e inflamables han sido retirados de los depósitos de las industrias petroquímicas de Haifa, sometida desde hace seis días al fuego de los cohetes de Hezbolá.

Todos los esfuerzos por mantener la calma son pocos. El sur mira al norte ofreciendo solidaridad. Muchas familias acogen a quienes desean escapar del radio de acción de los cohetes de la milicia chií. Cientos de soldados tratan de que parezca normal la vida en los refugios. Hila, Imbal, Shigan y Esther son cuatro chicas que sirven en filas y reparten juguetes llegados de todos los rincones de Israel, llevan material a los hospitales y, sobre todo, tratan de hacer reír en un refugio de Nahariya, a 10 kilómetros de Líbano. "La gente está muy nerviosa. El martes murió un vecino de esta ciudad. No sabían como reaccionar", comenta Hila. La apelación al patriotismo es un buen asidero en época de crisis. Mientras los trabajadores del Ayuntamiento de Haifa colocaban ayer banderas de Israel en las avenidas, los organismos oficiales anunciaban que más de 230 inmigrantes han pedido residir en el norte del país.

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