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Escalada militar en Oriente Próximo

El Ejército marca el paso al Gobierno israelí en la campaña contra Hezbolá

Las operaciones "concluirán en semanas, no en meses", dice el general Moshe Kaplinski

Las Fuerzas Armadas de Israel tienen vía libre para su campaña en Líbano. En las fases críticas de la historia del Estado judío, los militares suman al poder bélico una enorme influencia política, y el Gobierno se amolda y somete la diplomacia a las iniciativas de los soldados. "Esta guerra está lejos de terminar", afirmó el domingo el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz. Su segundo en el mando, el general Moshe Kaplinski, añadió ayer que las operaciones "concluirán en semanas, no en meses". Los esfuerzos de Naciones Unidas para lograr un alto el fuego deberán esperar.

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La ministra de Exteriores israelí, Tzipi Livni, aseguró que el proceso diplomático "no deberá acortar el plazo para la campaña del Ejército". El torrente de opiniones de ministros y mandos militares en los canales de televisión y emisoras de radio es abrumador. Y a menudo contradictorio. Suelen imponerse los uniformados. "El Ejército tiene muchas opciones. En la etapa actual, no creo que debamos desplegar grandes fuerzas sobre el terreno, pero si tenemos que hacerlo, lo haremos. No lo descartamos", dijo el vicejefe del Estado Mayor, Moshe Kaplinski. Poco antes un ministro, el laborista Ophir Pines-Paz, había asegurado: "Una operación sobre tierra no debería considerarse como una posibilidad, incluso si Hezbolá aumenta sus ataques contra Israel".

En el Estado israelí, los jefes militares no se limitan a acatar las órdenes del poder civil. Participan directamente en la toma de decisiones. Y en épocas de crisis como la presente, los dirigentes políticos se acomodan a las directrices de la cúpula castrense. Los esfuerzos de mediación de la comunidad internacional para lograr un cese de hostilidades están abocados al fracaso. Cuando menos hasta que el Ejército considere que ha cumplido sus objetivos.

El Gobierno de Ehud Olmert pretende el desarme de Hezbolá -para ello se aferra a la ONU y a la resolución 1559 del Consejo de Seguridad, aunque ignora la que demanda la retirada de los territorios ocupados palestinos desde hace 39 años-. Tiene los objetivos de liquidar a su líder, el jeque Hasan Nasralá, crear una zona de seguridad en el sur de Líbano para que la milicia islamista chií no pueda alcanzar el norte de Israel, y la devolución de los dos soldados judíos capturados el 12 de julio. "No hay plazo para que el Ejército concluya sus operaciones, ni el comienzo de la próxima semana, ni ninguna otra fecha", dijo un portavoz del primer ministro.

Invasión terrestre

Según el analista Alex Fishman, del diario Yediot Ajoronot, "nadie presiona al Ejército para que ponga fin a su campaña. Al contrario. La Administración estadounidense está algo preocupada porque considera que Israel no ha hecho lo suficiente, que Hezbolá todavía se mantiene en pie. Están dispuestos a hacer casi todo por nosotros, salvo apoyar una invasión terrestre".

Ha sido frecuente en la historia del Estado judío que el jefe del Ejecutivo asumiera también la cartera de Defensa -David Ben Gurión lo hizo durante gran parte de sus mandatos- y que algunos de sus líderes adoptaran decisiones cruciales sin contar con estamentos competentes. Golda Meir obedeció a pies juntillas lo que los militares consideraban necesario.

El entonces ministro de Defensa, Moshe Dayan, abrió el frente con Siria en la Guerra de los Seis Días, en junio de 1967, sin consultar al primer ministro ni al jefe del Estado Mayor. "Qué hombre tan vil", dijo de Dayan el jefe del Ejecutivo, Levy Eskhol, cuando recibió la noticia. Ariel Sharon engañó en 1982 al Ejecutivo de Menahem Begin. Aseguró que la invasión de Líbano sería limitada sobre el terreno y que no se prolongaría más allá de unos días, pero las tropas israelíes permanecieron en territorio libanés hasta mayo de 2000.

Olmert no es el ex general Ariel Sharon, que en su periodo de primer ministro disfrutaba de sobradas credenciales para imponer su criterio a los jefes militares. Con todo, no se observan fisuras. Tampoco iba Olmert, que sirvió en filas trabajando en una revista del Ejército y que necesita demostrar dotes de liderazgo, a contrariar a la opinión pública de un país que apoya en masa los ataques sobre Líbano, sea cual sea el precio en víctimas inocentes.

Israel considera que su poder de disuasión no puede ser menoscabado. Es, a su juicio, cuestión de vida o muerte. De ahí que la invasión de Líbano no puede terminar sin una victoria contundente. Y no la habrá si la situación en la frontera no da un vuelco respecto a la que existía antes del 12 de julio. La meta es eliminar la presencia guerrillera en los límites con Israel. Pero incluso ese triunfo sería, según varios analistas, pasajero. Se contraponen distintos modos de afrontar la guerra. Para el Gobierno israelí, la vida de un soldado es sacrosanta. Muchos milicianos de Hezbolá desean morir y convertirse en "mártires". Y aunque se arrase ahora la capacidad militar de la guerrilla chií, ¿quién podrá impedir a Irán que la rearme de nuevo?

Soldados israelíes, junto a una unidad de artillería móvil que dispara a posiciones en Líbano desde las cercanías de la localidad de Safed.
Soldados israelíes, junto a una unidad de artillería móvil que dispara a posiciones en Líbano desde las cercanías de la localidad de Safed.REUTERS

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