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Reportaje:

Cuando los barcos llegaron a Vallecas

La 25ª Batalla Naval se celebra pese a las restricciones de agua

Daniel Verdú

Barcos surcando el asfalto mojado, cubos de agua cayendo del cielo, una locomotora gigante haciendo sonar una atronadora bocina, gente empapada corriendo y gritando. Paquito el chocolatero a todo trapo. Como una película de Fellini. Sólo faltaba el circo ambulante.

Ayer se celebró la 25ª edición de la Batalla Naval de Vallecas.En plena restricción de agua impuesta por el Ayuntamiento y la Comunidad. "Las reservas de agua son las mismas que el año pasado. No entendemos por qué, si entonces el Ayuntamiento nos dio seis camiones cisterna, ahora no nos da ninguno", explicaba Pedro Martínez, presidente de la Cofradía Marinera de Vallecas. "Nos parece una mera cuestión de imagen. Y parece mentira que nos ayude más el Ayuntamiento de Vilagarcía de Arousa que el nuestro", añadía.

La Cofradía Marinera compró 60.000 litros de agua potable para poder realizar la fiesta

Desde hace cuatro años, los de Vallecas están hermanados con la Cofradía Marinera Virak, de Vilagarcía de Arousa. Ellos celebran también cada año su batalla del agua a la que asisten unas 30.000 personas. Unos 100 gallegos vinieron ayer para la fiesta y se trajeron una locomotora de tren gigante, una orquesta y un remolque piscina. El concejal de Cultura de Vilagarcía, Roberto Araujo, iba montado encima. Empapado. "Me alegro de que al final se haya podido hacer", decía chorreando y en referencia a las dificultades que el Ayuntamiento había puesto a los organizadores de la fiesta.

"¡Agua, agua...!", gritaba la gente bajo los balcones. Y toma agua. Los vecinos sacaban mangueras por el balcón y regaban a la concurrencia. El pasacalles salió de la plaza Vieja de Vallecas. Ahí ya se habían ventilado una paella para 500 personas y Araujo había realizado el pregón inaugural. Las carrozas subieron por la calle de Martínez de la Riva. A ritmo de tambores. Gauessou Camar llevaba una palangana en la cabeza. "En Malí, hacemos muchas fiestas, pero nada parecido", contaba fascinado. Manguerazo para el africano.

"Queremos que el pasacalles sea lo más largo posible para que el agua de la zona húmeda dure más", decía el presidente de la cofradía. La zona húmeda estaba en la calle del Payaso Fofó. Ahí esperaban tres camiones cisterna con 60.000 litros de agua potable. Pagados por la cofradía.

La comitiva llega al campo de batalla a las seis. Los camiones abren la llave de paso. Comienza la guerra. "¡Mira, ahí hay uno seco!", grita un grupo de chavales. En 11 segundos el sujeto en cuestión se escurría los calcetines en una esquina. "Esto se lleva haciendo 25 años. Es nuestra fiesta, igual que cada barrio tiene la suya. ¿Cómo nos la van a prohibir?", protestaba una vecina. "Mira. Miss camiseta mojada", le decía una chica a su novio mientras se acariciaba sus atributos. Él la miraba encantado.

La fiesta empezó en 1982 como una protesta contra la entrada de España en la OTAN. "Se instauró la República Independiente de Vallecas y su puerto marinero", contaba uno de los miembros de la cofradía. Para protestar, se organizó la guerra. Sin armas y con agua. Este año el lema de la fiesta ha sido Mójate por el Sáhara.

A las seis y media, los camiones ya estaban vacíos. Pero la gente seguía con ganas. Algunos llenaban las papeleras de la basura con el agua sucia que descendía a raudales por la calle. "¡Eh!". El otro se gira y cubazo al canto. "Tú eres gilipollas...", le grita éste. "Aquí se viene a esto". Y no le faltaba razón.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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