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Columna
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Cazadores de verbenas

Hay muchas formas de disfrutar del verano en Madrid. Por ejemplo, visitando localidades en fiesta y participando en los jolgorios bucólicos de los lugareños (diana floreada, encierro, misa con himno nacional, pasodoble-vermú, banquete, siesta, baile de tarde, cena copiosa, verbenón, pajaritos por aquí, Pink Floyd por allá, esplendor en la hierba, fuegos de artificio y chocolate al amanecer).

En la Comunidad de Madrid hay 190 municipios, casi todos los cuales celebran a sus santos patronos en verano. Cada fiesta suele durar al menos tres días. Disponemos de unas 570 verbenas oficiales en tres meses. Ese número puede sobrepasar el millar porque las jaranas de municipios grandes son bastante más prolongadas; muchos barrios celebran sus propias festividades a bombo y platillo.

Una cosa es Móstoles (201.789 habitantes), la ciudad más poblada después de la capital (3.092.759), y otra cosa es Acebeda (51 habitantes), el Ayuntamiento más escueto y el primero por orden alfabético. (Desde Acebeda hasta Zarzalejo, las letras iniciales de los pueblos madrileños recorren todo el alfabeto, con algunas excepciones: no están la i latina ni la griega, la jota, la ka, la eñe, la u, la uve doble y la equis.)

Si usted desea ir de farra a una verbena, búsquese un conductor que no beba, cama barata o tienda de campaña. El carné por puntos es muy beneficioso para el tráfico y está provocando cambios radicales en una de las costumbres más inveteradas de los españoles: salir por ahí de juerga y conducir con una trompa como un piano. Además del conductor sobrio, otra alternativa es el tren, el autobús. La resaca tiene que ser dormida in situ.

Una de las cosas más graciosas de las verbenas es observar cómo bailan los ciudadanos. Hay parejas que ejecutan el pasodoble con tal seriedad que parecen jueces. Siguen danzando agarrados y hieráticos cuando la orquesta interpreta Satisfaction, de los Rolling. Los jóvenes bailan el tango con entusiasmo e ignorancia. Los niños se quedan boquiabiertos mirando a los músicos. Merece la pena una buena verbena.

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