El orgullo de ser libre
Reflejo del quehacer periodístico y propagandista antinazi de Klaus Mann (1906-1949), el primer hijo varón de Thomas Mann, lo constituye este puñado de artículos y reseñas auspiciadas bajo tan patético título, el mismo de la edición francesa en la que se basa la versión española. Que los textos no se hayan traducido desde los originales en alemán e inglés desdora algo el intento, aunque es cierto que la prosa del Klaus Mann periodista, igual que la de sus novelas, es directa y clara, diferente del exquisito lenguaje del que hacía gala su insigne progenitor, así que bien resiste las retraducciones. Salvo la metedura de pata con el nombre de la editorial Querido -fundada por el judío portugués Emanuel Querido en Amsterdam a fin de publicar obras de autores alemanes en el exilio-, que el traductor convierte en editorial Amado, nada que objetar a un volumen que posee el mérito de ofrecernos la perspectiva de una faceta ineludible del autor de El volcán e Hijo de este tiempo: su denuncia del nazismo.
EL CONDENADO A VIVIR
Klaus Mann.
Traducción de Luis Bonmatí Mingot
El Nadir. Valencia, 2006
178 páginas. 18 euros
MEFISTO
Klaus Mann.
Traducción de Araceli Castro Martínez
Debolsillo. Barcelona, 2006
366 páginas. 9,50 euros
Nada más acceder Hitler al poder, el joven Klaus, lo mismo que su hermana Érika, abandona Alemania, firmemente convencido de que la "revolución espiritual" que acontece en su país sólo conducirá a la barbarie. Entre Francia, Holanda y Norteamérica, hasta su regreso a Europa luciendo uniforme de soldado estadounidense, Klaus dedicó sus energías a luchar contra el fascismo y contra la penuria moral e intelectual reinantes bajo el régimen de Hitler, así como a denunciar los crímenes que, en nombre de falsos "ideales", se perpetraban en "la patria de los pensadores y los poetas". Creó la revista Die Sammlung, en la que publicaban intelectuales en el exilio, y, gracias a su febril actividad, aquel joven escritor dotado de talento se olvidó de sus coqueteos con el malditismo poético típico del círculo de jóvenes cultos, acomodados y extravagantes al que perteneció en el Múnich de su niñez y adolescencia; la dependencia de ciertas drogas sólo quedaba apartada en los periodos de mayor compromiso político; cuando cesó tan desmedida actividad las inclinaciones homoeróticas, las frustraciones anímicas, la frialdad de su padre, hundirían a Klaus con el tiempo en una desesperación que lo conduciría al suicidio.
El espectro temporal que
abarcan los textos seleccionados es amplio, de 1933 a 1948, desde los primeros años del hitlerismo hasta la vuelta a una Alemania en proceso de desnazificación. Hay joyas como el artículo sobre la muerte de Hitler, ese "payaso neurótico" al que Klaus tuvo ocasión de observar en 1930, en un salón de té vienés devorando tartitas de queso, y a quien desenmascaró enseguida: "Mi goloso vecino tenía la mirada de un hombre con la incapacidad física de ver más allá de lo que quiere engullir, ya sea una porción de nata montada o un país". Junto a textos combativos y panfletos contra la barbarie, hallamos también alguna reseña literaria o necrológicas como las dedicadas a Ernst Toller, Von Hörvàt o Stefan Zweig. Sus artículos proporcionan una radiografía del espíritu de los tiempos, la medida de esa atmósfera enrarecida y ahogada por la mordaza que imponían las canciones omnímodas de los verdugos en contraposición a la fluida libertad de espíritu que ya sólo campaba entre los exiliados.
Coincidiendo con el libro de artículos, Debolsillo reedita la novela Mefisto -en excelente traducción-, con un esclarecedor prólogo de Juan Villoro. Klaus Mann publicó esta historia "fáustica" en 1936. Apareció por entregas en el Pariser Tageszeitung y fue anunciada como "novela en clave", una sátira del "mundo de la cultura" del Tercer Reich. El caso del célebre actor Gustaf Gründgens (Hendrik Höfgen en la novela), quien en su juventud fuera amigo y cuñado de Klaus -se casó con Érika en 1926, aunque el matrimonio fue fugaz-, inspiró esta estupenda ficción que se centra en el ascenso de un oportunista vendido -aunque con cierto escrúpulo- al poder nazi. El actor Gründgens, insuperable intérprete del Mefistófeles de Goethe, ostentó el cargo de director del teatro nacional berlinés y, tras la guerra, continuó en Alemania sin que declinase su popularidad, de ahí que la novela de Mann, publicada en 1956 en su patria, se viera envuelta en polémicas y pleitos orquestados por personas afines a Gründgens.
Aparte de polémicas interpretaciones "en clave" o no, la historia, escrita con agilidad periodística, satiriza el mundo semiculto, frívolo y vacío del que se rodearon los jerarcas hitlerianos. Mann retrató la época con absoluta precisión a través de unos cuantos personajes "tipo": los puros, los advenedizos, los idealistas que siempre pagan el pato; el gordo general de aviación, su bobalicona prometida, el cojo ministro de Propaganda y hasta el dictador aparecen caracterizados con certera sabiduría. Y, en medio, el retrato psicológico del necio moral, de ese Fausto teatrero ávido de gloria pero desconocedor del orgullo de la libertad, que hipoteca su alma al poder diabólico-romántico de moda en el Tercer Reich. Cinismo en aras del arte, vasallaje humano de un alma desvalida y retrato de un carácter débil, que bien pudiera ser una alegoría del sometimiento de toda una nación culta a una pandilla de pomposos descerebrados.
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