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La cumbre del G-8

Una oposición "incompatible con el régimen"

Pilar Bonet

Rusia no es un monopolio. Eso es lo que intentaban demostrar los políticos de oposición, desde comunistas a liberales, que se reunieron en Moscú esta semana para perfilar una alternativa a Vladímir Putin. Enemigos irreconciliables de la época de Borís Yeltsin se han unido en contra de Putin por considerar que éste representa un sistema autoritario que socava la Constitución y persigue el control total del Estado. "Ahora los ideales y principios democráticos nos unirán y no nos dividirán", afirma el comunicado del evento, que hermanó al ex jefe del Gobierno, el liberal Mijaíl Kasiánov, con el comunista Víctor Ampilov, y el economista Andréi Ilariónov, ex sherpa (asesor) presidencial en anteriores ediciones del G-8, con el escritor radical Eduard Limónov y el campeón de ajedrez Gari Kaspárov.

Tal elenco hubiera sido inimaginable cuando Putin llegó al poder en 2000, pero, ahora, a juzgar por sus discursos, estos personajes, que se declaran "incompatibles con el régimen actual existente", tienen en común su decepción ante un sistema que les ha cerrado sus puertas, la sensación de peligro por el recorte de las libertades cívicas y una nueva actitud de diálogo no agresivo. Les une también el rechazo de la "revolución" como método para "comenzar a construir un Estado democrático de derecho".

"Las autoridades han pasado a la represión", dijo Kasiánov, refiriéndose a los hostigamientos de los que fueron objeto activistas que intentaban participar en la conferencia. Frente al hotel donde se celebraba el evento se reunió un enorme contingente policial con perros y piquetes de los movimientos juveniles leales al Kremlin, que portaban carteles para desacreditar a los participantes. Las cadenas de televisión de ámbito estatal boicotearon el foro, en el que hubo muchos representantes occidentales, desde funcionarios del departamento de Estado norteamericano a embajadores de países europeos, como el Reino Unido o Finlandia, o el delegado de la Comisión de la UE en Moscú. Todos ellos desafiaban al actual sherpa de Putin, Igor Shuválov, quien había dicho que la presencia de representantes extranjeros en el evento sería considerada como un acto hostil.

"Se está preparando una falsificación masiva de las elecciones", manifestó Kasiánov refiriéndose a los cambios legislativos que están siendo aprobados en la Duma. "No hay que intentar jugar con estas reglas", afirmó el ex jefe de Gobierno, indicando la posibilidad de boicotear los comicios de 2007. Los participantes de La Otra Rusia acordaron organizar una "mesa redonda" que será un mecanismo de diálogo permanente a partir de septiembre, y reclaman también una televisión pública independiente.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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