El galo valiente
Discurría la corrida con unos toros inservibles, sin alma (desalmados), cuando el torrero francés Sebastián Castella pareció decirse: "Este espectáculo tan deprimente lo arreglo yo". Y a fe que lo hizo en el quinto de la tarde, segundo de su lote. Inició la faena con pases sentado en el estribo. Sacó al toro a los medios. Intentó torear por las dos manos. Se vio que el toro no servía; pero sí se vio que el que servía era el torero. Se metió en un terreno muy comprometido y el toro le prendió. El público percibió que llevaba una cornada muy fuerte, pero solamente porque veía el agujero del muslo y no porque el torero hiciera amago de sentirse herido. Todo lo contrario. Intentó estar cada vez más valiente. De pronto, mi bolígrafo compulsivamente ponía la palabra valiente, valiente y valiente. De nuevo el toro le arrolló al diestro, esta vez sin consecuencias. Bastante tenía con la cogida que llevaba debajo de la taleguilla. El torero fue a por la espada y desde el callejón le aconsejaron que abreviara. El galo no alteró su ritmo vital. Seguía atento a su sentir interior. "La atención es la oración del alma", nos dice Walter Benjamin. Demostró el joven torero que cada campana suena del metal de que está hecha. Mató y le concedieron la oreja, ganada por su valor seco, hondo, grande...
Osborne / Fandi, Castella, Jiménez
Toros de José Luis Osborne: sin clase, con poca fuerza, mulotauros. El Fandi: pinchazo, pinchazo hondo trasero y descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio). Sebastián Castella: pinchazo y estocada (aplausos); estocada caída (oreja). César Jiménez: pinchazo -aviso-, estocada caída (aplausos); metisaca y estocada defectuosa (aplausos). Plaza de Pamplona, 11 de julio. 5ª corrida de lidia ordinaria. Lleno.
La espantosa mala corrida de Osborne no valía lo que vale una gota de sangre de este joven torero. En su primer toro, que tampoco valía menos que nada, también intentó el francés dar al público lo mejor de sí. Sin poder lucirse como hubiera querido, sin embargo le marcó una gran estocada, que pasó inadvertida para muchos, pero que era realmente excelente. La muleta peregrina del mundo torero tiene nombre francés: Sebastián Castella.
El Fandi, de seis pares de banderillas sólo prendió una de cierto mérito. Y si en banderillas está mal, no se espere que lo arregle con la muleta. Sus dos faenas fueron plúmbeas y tristonas, como un dormitorio sin ventanas.
César Jiménez se justificó en sus dos toros. Probó a hacer de todo, pero no tuvo material de primer orden. Valoremos su buena voluntad, la que terminó estrellándose en aquellos muletazos que saltaron al coso pamplonés.
Después de la corrida, estaba siendo intervenido Sebastián Castella en la misma plaza.
Babelia
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