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Reportaje:Tenis | Torneo de Wimbledon

La excelencia de 'la catedral'

España atesora 13 títulos de Roland Garros y tres del Open de EE UU, pero sólo Santana y Conchita Martínez vencieron en Wimbledon

Para muchos tenistas que han marcado la historia no haber ganado en Wimbledon fue la mayor frustración con la que abandonaron su deporte. Algunos de ellos, como el australiano Ken Rosewall, tres veces finalista; el rumano Ilie Nastase o el estadounidense de origen checo Ivan Lendl, dos; el argentino Guillermo Vilas y el sueco Mats Wilander, una, ganaron los tres grandes torneos restantes, pero nunca inscribieron su nombre en la catedral. Otros, como los norteamericanos Arthur Ashe, Jimmy Connors y John McEnroe, el alemán Boris Becker, el australiano John Newcombe o el sueco Stefan Edberg triunfaron en todas las superficies menos en la tierra batida de Roland Garros y se fueron también con esa espina clavada.

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Sin embargo, aunque todos los torneos han crecido mucho y con el tiempo han ido adquiriendo una importancia similar, lo cierto es que ganar en Wimbledon siempre ha ido envuelto con un aura especial. Durante muchos años, era la competición por excelencia. De ahí, que se la conozca todavía hoy como The Championships, el único. Es, sin duda, el que más audiencias de televisión consigue y el que más beneficios económicos genera: alrededor de 60 millones de euros anuales. Fue la cuna del tenis y pasaron muchos años hasta que el Open de Estados Unidos, Roland Garros y el Open de Australia pudieron competir con él en importancia. "En mi época", cuenta el español Manolo Santana, "ganar en Roland Garros no era considerado por todo el mundo anglosajón. El Open de Australia, el de Estados Unidos y Wimbledon se jugaban en hierba y para ser un grande había que ganar ahí". Santana había ganado ya dos Roland Garros (1961 y 1964) y un Open de Estados Unidos (1965) cuando ganó finalmente en Wimbledon (1966). "Pero no fue hasta que gané en la catedral cuando me di cuenta de que había hecho algo muy importante en mi vida", asegura ahora.

Por eso la frustración por no ganar en Wimbledon es mucho mayor a la que se asume cuando el título que no se logra es otro. Lendl, por ejemplo, renunció varios años a disputar Roland Garros para preparar mejor Wimbledon. ¡Tal era su empeño en ganarlo! Y no lo consiguió. Y Santana explica siempre una anécdota que aclara a la perfección lo que sintió el gran Pancho González, estadounidense y probablemente uno de los mejores jugadores, quien se pasó muy pronto al profesionalismo. Se produjo en un torneo en Suráfrica. "Estábamos a punto de salir a la pista para jugar las semifinales y él se acercó a mí y me dijo: 'No entiendo cómo con un revés tan malo como el tuyo has podido ganar Wimbledon", explica Santana; "entonces, no me corté y le respondí: 'Perdona, pero de tenis sólo hablo con los campeones de Wimbledon'. Nunca lo había ganado y era la mayor frustración de su vida. Salió a la pista a comerme y perdió".

En el tenis español hay diez campeones de un grand slam y totalizan nada menos que 18 títulos. No obstante, 13 de los 18 se han conseguido en Roland Garros, un paraíso para ellos, y sólo cinco en otras superficies: dos en Wimbledon, los de Santana (1966) y Conchita Martínez (1994), y tres en el Open de Estados Unidos, los de Santana (1965), Manuel Orantes (1975) y Arantxa Sánchez (1994). España ha ganado también la Copa Davis (2000 y 2004) y cinco veces la Copa Federación con Arantxa Sánchez y Conchita Martínez. La única asignatura pendiente es el Open de Australia.

Finalistas españoles los ha habido también, y muchos, en Roland Garros, entre ellos Manuel Orantes, y en el Open de Estados Unidos, Juan Carlos Ferrero. También en Australia: Andrés Gimeno y Juan Gisbert. Pero desde Santana, hace 40 años, nadie había conseguido alcanzar la final de Wimbledon y sentir las emociones de disputar el último partido en la catedral. Rafael Nadal lo hizo ayer y pudo descubrir toda la grandeza de este torneo, que por sí solo ha salvado las carreras de muchos jugadores y los ha encumbrado en lo más alto del tenis. Perdió, pero lo hizo a lo grande: ante uno de los mejores jugadores de la historia y el actual número uno, el suizo Roger Federer.

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