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La España imposible

Es bueno recordar que uno de los pilares que motivó a la coalición gubernamental del tripartito a impulsar la reforma estatutaria fue el de la construcción de la España plural. No fue el único, pero discursiva y estratégicamente fue fundamental. Y a la hemeroteca me remito. La idea de la España plural buscaba alcanzar dos retos a la vez: el del reconocimiento de la especificidad nacional catalana dentro del estado español y el de arrinconar para un largo periodo de tiempo la estrategia del litigio en constante ebullición que tanto rédito dio a CiU.

La consecución, aunque parcial, de la España plural tenia que permitir al catalanismo de izquierdas cerrar la lógica del peix al cove que desde los inicios de los años ochenta ha determinado la política catalana y en gran medida la española. Una lógica centrada en la demanda de autogobierno y reconocimiento nacional permanentemente abierta, concretada en peticiones a corto, sin escenarios a medio plazo de algo parecido a un nuevo modelo de estado en el cual Cataluña pudiese encontrar comodidad institucional y encaje nacional. La España plural tenía que dar paso a un periodo de reconocimiento mutuo pleno y de estabilidad.

"El catalanismo de izquierdas debe aprender la lección de que la España plural desde la periferia no es posible"

Existía en los socios del Gobierno catalán el convencimiento que la reforma del estatuto sólo tenía razón de ser si se ponían a debate los aspectos del modelo autonómico que tras 25 años habían evidenciado limitaciones. No se trataba sólo de hacer obras menores -como puede ser una reforma estatutaria- sino de plantear reformas de mayor alcance en la estructura del estado. Es evidente que no se daban las condiciones de mayoría exigidas para una reforma constitucional, pero la demanda política reformista de la Constitución quedaba formulada por primera vez desde el inicio de la democracia, considerándose que esa demanda sería suficiente para en un futuro no muy lejano culminar con la reforma.

Existían otros motivos para plantear el discurso de la España plural. Uno de éstos era el de la convicción que la propuesta regeneracionista del modelo autonómico español sería interiorizada por parte de la sociedad cívil y política española como una muestra de lealtad y de compromiso de Cataluña con España. Se trataba de desactivar algunas reacciones primarias que tradicionalmente se han producido en las instituciones y la sociedad española. Existía la convicción de poder romper con la imagen del catalán como fenicio o, peor aún, como depredador que espera la debilidad -en este caso política- de quien posee la mayoría en las Cortes españolas para forzar un pacto y llenar el cove de nuevas competencias y más recursos.

En el origen de la idea de la España plural estaba también el de la confrontación de modelos con la derecha española. No hay que olvidar que cuando Maragall empieza a plantear la necesidad de reforma constitucional y estatutaria -a poco de su regreso de Roma- y cuando las formaciones catalanistas y progresistas firman -creo recordar en otoño-invierno de 2001- un primer pacto de reforma del autogobierno, el Ejecutivo español estaba cómodamente asentado en una mayoría amplia del PP. No es un tema menor que el Pacto del Tinell se hiciera desde la convicción de que el nuevo Gobierno catalán desarrollaría su mandato con un Gobierno español en manos de los populares.

Finalmente, la idea de la España plural nació y se desarrolló en un momento de debilidad del PSOE, en contraste con las buenas espectativas del PSC. Maragall y en general los socialistas catalanes eran poco menos que la esperanza blanca donde se podían agarrar los socialistas españoles contra la hegemonía popular y como referente para recuperar algún día la mayoría social en España.

La victoria de Zapatero -fuera del guión previsto- rompe todas esas lógicas. Y a pesar de que en un inicio asume con fuerza el discurso de la España plural, finalmente no quiere o no se ve capaz de asumir la imprescindible pedagogía pública que el desarrollo de la España plural requiere. No hay intelectuales ni opinadores fuera de Cataluña que secunden la idea. Los barones territoriales del PSOE -con venas de sangre jacobina- acuciados por la presión que el PP impone -en los límites de la democracia-, deciden poner punto final a algo que no se había iniciado: la España plural.

En ese escenario el catalanismo de izquierdas se encuentra solo y abandonado a su suerte. ERC, traicionada por quien apoyó, se ve obligada a replegarse probablemente a sus posiciones tradicionales soberanistas. El PSC vive convulso el cambio de ruta, decide apear a Maragall y buscar una nueva posición que salvaguarde la colisión con el PSOE. ICV es la que menos pierde, en parte por que se jugaba menos y también porque su socio (IU) es más leal que otros a la idea de España plural. Y quien gana es nuevamente CiU, que ve como el peix al cove será nuevamente el motor de la acción política en las relaciones España-Cataluña.

El catalanismo de izquierdas debe aprender la lección de que la España plural desde la periferia no es posible. El resultado es escaso y el coste demasiado elevado. El regeneracionismo español debe nacer del corazón de España para tener posibilidad de éxito. Y esa opción parece hoy lejana. Quizá los catalanes seamos buenos comerciantes en España, pero no lo somos como exportadores de proyectos ni de ideas políticas.

El fracaso de la España plural sólo es superado por el de la operación reformista de Miquel Roca. Desde esa constatación el catalanismo debe dibujar una nueva estrategia o adoptar la de CiU, la del peix al cove, sabiendo el riesgo que implica el hecho que el original siempre será preferido a una copia.

Jordi Sánchez es politólogo.

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