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Reportaje:

"Lavados de cerebro"

Varias personas relatan la dolorosa experiencia de que sus allegados abandonaran su trabajo y su familia

Esther Sánchez

Consolación, de 69 años, y su marido, Antonio, de 72, ya no tienen esperanzas. Sus dos hijas, Ana María, de 44 años, licenciada en Magisterio y Enfermería, y Marisa, de 40, abandonaron su casa hace 17 años para unirse a la vidente Luz Amparo Cuevas. Desde entonces las han visto en contadas ocasiones. Y desde hace tres años no saben nada de ellas. "Ya sólo quiero saber si están vivas o muertas", pide la madre.

"Fueron de las primeras en entrar. Vinimos a veranear a El Escorial, se echaron unas amigas y ahí empezó todo. No eran muy religiosas. Iban a misa, y Ana María hacía alguna promesa, pero nada más. Al principio yo también me creí que aparecía la Virgen y creí en Amparo". Pero luego llegó la realidad. "Cambiaron, y estoy segura de que ya no vuelven, y aunque regresaran, no sé que les han hecho, pero ya no son las mismas personas", dice resignada la madre. De religión ya no quieren ni hablar. "Yo antes iba a misa y lo hacía porque me llenaba, me sentía bien. Ahora no piso las iglesias. He escrito cartas a todo el mundo de la Iglesia, pero nadie ha hecho nada. Incluso el arzobispo de Madrid, Rouco Varela me contestó que quizá volvieran con el tiempo y han pasado 17 años".

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El "lavado de cerebro" de Francisco, de 70 años y de su mujer María Paz de unos 65, comenzó en 1994, relata su única hermana María Luisa Tejada. "Un día se fueron sin decir nada, a pesar de que mi hermano y yo éramos uña y carne. Regentábamos un autoservicio de alimentación, y hasta comíamos juntos", comenta. María Luisa explica que cuando volvían de El Escorial siempre decían que la Virgen estaba muy enfadada, que tenían que dar el dinero, las joyas, porque sino se condenaba. "Yo les decía que era una secta, pero nada".

"Después fue su hija, mi sobrina Pilar, entró en 1997, era bedel en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). También dejó a su novio y se ha casado con una persona de la organización". En 2000, le llegó el turno a su sobrino, Juan, de 30 años. "El chico se escapó hace dos años y se fue a casa de una tía. Pero llamó la Fundación y a las cuatro de la madrugada pasaron a buscarle diciendo que la Virgen estaba muy enfadada con él". "No les podemos ver, ni llamar", dice María Luisa que añade: "Han donado los coches, y un piso que tienen en Ventas no lo han vuelto a pisar".

E. R., de 34 años, dejó su trabajo y su novia, para vivir en una de las residencias de la Fundación hace dos años. Contactó con la organización cuando acompañaba a su madre a rezar el rosario a El Escorial. "Era un chico normal, que estudió cocina. Pero abandonó todo, a nosotros, su familia, también. Vendió todas sus propiedades. Mi padre, que había puesto el negocio a su nombre, se lo tuvo que comprar porque lo sacó a la venta", cuenta su hermana Pilar.

Pilar sostiene que destrozan a las familias. "Además, en nuestro caso, mi madre, que es muy religiosa y vive con mi padre y conmigo, sigue pensando que son unos santos, que se están ganando el cielo. Y eso que ahora nos dice que su familia no somos nosotros, son ellos". La incomunicación con su hermano llega a tal punto, que Pilar manda las cartas a un apartado de correos. "Dicen que las puertas están abiertas, pero no es verdad porque están manipulados".

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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