"El proyecto de izquierdas se reeditará"
"Los 23 años de CiU en el poder fueron una anomalía histórica que llevaba a pensar si en Cataluña había pluralismo político"
Pasqual Maragall no se presentará a la reelección como presidente de la Generalitat de Cataluña en las elecciones anticipadas de otoño. Está convencido de que el proyecto de izquierdas que ha presidido se reeditará, aunque sea con otro formato.
Pregunta. ¿La aprobación del Estatuto ha puesto a Cataluña en el camino que usted quería?
Respuesta. Responde a mis expectativas. Es la primera vez que Cataluña puede reformar en democracia su Estatuto de autonomía.
P. ¿Un salto a la altura de un cambio generacional?
R. Efectivamente, es la obra de varias generaciones.
P. El Estatuto, ¿cambia la relación de Cataluña con España?
R. Sí. España reconoce a través del Estatuto la pluralidad, la existencia de naciones, de nacionalidades, de regiones.
"El candidato socialista José Montilla no es la alegría de la huerta, pero en su ciudad (Cornellá) ganó siempre, o sea, que habrá que verle"
Los medios no han explicado que el tripartito ha hecho una buena labor de gobierno. Pero está ahí, no lo dude"
"Nadie sabe cómo será Europa dentro de unos años"
P. ¿Eso equivale a liquidar la opción federalista?
R. Al contrario. La concreta.
P. Mientras haya excepciones...
R. Ésa es una idea del federalismo que no comparto. El federalismo lo que busca es la proximidad de la política, ¿y cómo aproximarte sin reconocer realidades, lenguas, caracteres nacionales distintos? Es falso que el federalismo sea una pura igualdad solamente a efectos distributivos. Es distribución y es también reconocimiento de la excepcionalidad.
P. Con una excepción tan grande como la vasca, ¿puede haber federalismo?
R. La excepción vasca es prefederal, viene del siglo XIX y sus raíces son más bien conservadoras.
P. Los efectos colaterales del Estatuto, ¿son los costes que pagar por el enfrentamiento entre Cataluña y España, los recelos del PSOE, la caída del tripartito, su renuncia...?
R. Teníamos que afrontar la reforma del Estatuto para acomodar la realidad catalana dentro de la pluralidad de España, y asumo que la operación no era sencilla y tenía costes, pero no ha salido cara.
P. ¿Qué motiva que con tanta facilidad se reproduzca en España un mecanismo de fractura en dos partes?
R. No sé las causas, pero sí puedo hablar de los resultados. Creo que la dramatización se vivió en la primera fase del Estatuto, con las tensiones políticas, el boicoteo a productos catalanes, los problemas de las cajas de ahorro, etcétera. Ahora, con el Estatuto aprobado, nos hemos vacunado. Lo ocurrido no tendrá efectos a largo plazo.
P. ¿Se consiguió la alternancia sólo como un paréntesis? ¿Qué pasará si la izquierda pierde las próximas elecciones?
R. Que volverá la alternancia. Es lo que pasa en todo el mundo. Los 23 años de CiU en el poder fueron una anomalía histórica que llevaba a pensar si en Cataluña había pluralismo político o si, por el contrario, el tema de Cataluña era tan importante en sí mismo que difuminaba la discrepancia, base de la democracia. Creo que esto ha cambiado. Los tres años que hemos gobernado, un periodo breve en relación con los 23 años de Gobiernos conservadores, habrán sido fundamentales en este sentido.
P. En las próximas elecciones ¿ya no se enfrentarán los buenos catalanes contra los malos?
R. Los que se creían los buenos catalanes es posible que lo intenten de nuevo, pero si ganan no será por eso.
P. Lo cierto es que el proyecto de gobierno de la izquierda catalana se fue al garete...
R. El nuevo Estatuto ha tenido que ser aprobado en Cataluña y España, y lo ha refrendado el pueblo catalán. Un proceso complicado y con mayorías diferentes en cada caso que casi hizo zozobrar la estructura política española. Todo entró en crisis, incluyendo la estabilidad parlamentaria del Gobierno de Madrid, que tuvo que cambiar de aliados. Pero pienso que hay un antes y un después de todo ello. Mi mandato ha sido breve, pero más intenso que los dos últimos mandatos de [Jordi] Pujol, tanto en materia estatutaria como en acción de gobierno.
P. Sí, sí... Pero se acabó.
R. Creo que ese proyecto se reeditará, probablemente con formato diferente. Esa mayoría de la izquierda no desaparecerá. A la izquierda le resulta difícil llegar al poder y todavía más difícil mantenerse. La izquierda solamente llega al poder cuando las cosas están mal. Una vez la izquierda ha arreglado el país, la derecha vuelve a gobernar. No nos engañemos: es algo que pasa en toda Europa salvo, los últimos años, en Reino Unido con [Tony] Blair. ¿Por qué pasa eso? Porque la derecha tiene más medios: es el poder real en lo económico, en cierto sentido en lo moral y en buena parte en lo intelectual. Eso ha sido siempre así y probablemente seguirá siéndolo a no ser que empecemos a comprobar que el mundo va evolucionando y que los asuntos se plantean cada vez más a una escala que no es estrictamente la nacional.
P. De su reflexión se desprende que si un Gobierno de izquierdas se mantiene años en el poder es porque se ha vuelto de derechas...
R. Excepto en el caso de Felipe González, aunque también fue acusado de eso. Y porque sucedía a casi 40 años de franquismo. Zapatero creo que tiene un horizonte más corto, y no porque lo diga yo. Lo dice él: no pretende estar 15 años gobernando, quizá porque hoy el cambio ya no es tan grande.
P. Hoy, ¿qué es ser de derechas o de izquierdas?
R. Estar con el dinero o con los que no lo tienen, con los que tienen mando o con los que no lo tienen. Lo que no quiere decir que por ser de izquierdas se sea mejor. Puedes estar al servicio de una idea de izquierdas y actuar como un ser perverso. ¿Qué fue el comunismo soviético? Acabó siendo de derechas.
P. En España, ¿cree usted que entienden sus mensajes sobre la España plural? ¿O pasa como cuando predicaba la bicapitalidad Barcelona-Madrid, idea que en Barcelona se entendía muy bien, pero en Madrid no.
R. En Madrid entendían la idea perfectamente, pero no la compartían. La España plural es un mapa en red, una superación del centralismo y una mirada abierta a Europa. A España le conviene que Cataluña forme parte de una eurorregión potente.
P. Tras su adiós, en los bares se escuchaba la frase: "A Maragall se lo han cargado los suyos".
R. A la gente le gusta más la tragedia que la comedia.
P. Tragedia y comedia se mezclan en la vida: gente de su partido coincide con la opinión de la calle.
R. No me diga.
P. Pues sí. Dicen que estaban hartos, no tanto de usted como de algunos de sus asesores personales.
R. Dramatización interesante, con la que estoy encantado. En este país las víctimas siempre acaban en los altares.
P. A esa dramatización se ha de añadir que a quienes ayer se lo cargaron ahora les ha entrado pánico.
R. La realidad es menos dramática, pero comprendo que si ustedes no dramatizan no venden. ¿Qué pasa? ¿Que cuando uno manda no se ha de marchar nunca? Llevo ganando elecciones cada cuatro años desde 1983, cosa rara para un tipo como yo, que no es muy electoralista. Si yo fuese un estratega de partido no buscaría a Maragall como líder electoral. Ocurre que quizá las campañas electorales no sean tan importantes como la gente piensa.
P. Desde el partido, ¿se le pidió que continuase?
R. No. Tampoco hubo petición formal para que me marchase.
P. Que no le pidiesen que repitiese como candidato, ¿era una sugerencia para que lo dejase correr?
R. Eso que cada uno lo interprete como prefiera.
P. El PSC no anda sobrado de líderes mediáticos. Usted reconoce no serlo y Montilla no entusiasma.
R. No es la alegría de la huerta, pero en su ciudad [Cornellà] ganó siempre, o sea que habrá que verle.
P. Otra cosa que se escucha en los bares: una reedición del tripartito acoquina.
R. Volvemos a la dramatización. Tras 23 años de lo mismo, de paternalismo muy personalizado, el pluralismo siempre produce cierto choque. Eso el cristianismo lo tiene mejor resuelto que el protestantismo. Cuando hablas de pluralidad, de coaliciones, de alianzas, incluso con independentistas, sabes que son cosas difíciles de gestionar, pero también sabes que planteas esas cosas porque son interesantes y efectivas. Pero los medios no han explicado que el tripartito ha hecho una buena labor de gobierno. Pero está ahí, no lo dude.
P. En este despacho ¿ha sentido soledad estos días?
R. La sentí desde el primer día que entré, pero estoy habituado. Mi vida desde 1965, cuando entré como economista en el Ayuntamiento [de Barcelona], ha transcurrido en la plaza de Sant Jaume, con las salvedades de medio año en París, dos en Nueva York y uno en Roma. Y los cuatro en el Parlament.
P. ¿Qué le ha aportado la experiencia del poder?
R. Los años añaden experiencia y moderación. Los medios me pusieron el sambenito de imprevisible, y no me importa ese cliché. Incluso diría que lo he llevado con placer por dos motivos: porque he sido un hombre con mucha suerte y porque pienso que los diarios son demasiado previsibles.
P. Cuando usted era alcalde, Barcelona conquistó un lugar en el mundo. ¿Cataluña lo ocupa hoy?
R. Sí. Se habla de Cataluña como de una nación que no es Estado, aporta el 20% del producto nacional bruto español y tiene más competencias que cualquier land, cantón o provincia europea. Y que algunos pequeños Estados.
P. La posibilidad de ser Estado, ¿ha pasado definitivamente?
R. A que no pase aspiran Esquerra Republicana y mis amigos Oriol Bohigas y Rubert de Ventós. Nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirá en el futuro y cómo será Europa dentro de unos años. Yo soy del partido que sea capaz de hacer Europa en serio.
P. Cuatro problemas a afrontar. Uno: la inmigración. ¿Qué hacer?
R. Lo que se sugiere desde Senegal: que se instalen allí empresas europeas. La inmigración ha sido y es positiva para España y Cataluña. Ha aumentado la natalidad y ha solucionado problemas de mano de obra sin registrarse graves conflictos de integración. Ahora parece que algo rechina, pero para eso está la izquierda, además de para gobernar de vez en cuando: para evitar las tensiones.
P. Segundo problema: Josu Jon Imaz dijo que los más acérrimos defensores de la supresión de fronteras eran los delincuentes transnacionales. ¿Cómo afrontar problemas globales a escala local?
R. No es fácil. Creo que la policía ha de ser más local y en el límite puede estar al mando del alcalde. El modelo policial norteamericano es bueno. Aquí nos acercamos con la policía autonómica.
P. Tercer problema, quizá el más peliagudo, porque afecta a conciencias: ¿cómo afrontar el debate sobre la prolongación de la vida cuando ésta ya es vegetativa?
R. Será un debate finalmente resuelto de forma distinta a lo que propone el catolicismo oficial.
P. Cuarto problema: la descentralización en ciertos temas parece que puede originar más problemas que beneficios. La proximidad, ¿es un factor de corrupción en el urbanismo de pequeños municipios?
R. Es cierto. El peligro de colusión existe porque un señor rico pesa en un pequeño pueblo más que un alcalde; y, por poco que pueda, tratará de comprarlo. Ésta y las economías de escala son dos excepciones aceptables a la proximidad.
P. ¿Ha tenido que sacar a alguien de su despacho por tratar de comprarle?
R. No exactamente.
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