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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La salud del juez

La investigación sobre el atentado del 11-M ha dejado físicamente muy quebrantado al juez Del Olmo, quien ayer cerró el sumario y elevó la causa a la sala de lo Penal para el enjuiciamiento de los 29 acusados. El proceso es previsible que comience en diciembre o enero próximos. La labor del magistrado no ha sido fácil, tanto por las dificultades que significaba esclarecer la vasta red islamista que ideó y realizó la matanza como por las presiones políticas y mediáticas a las que el instructor se vio sometido desde el primer día. Presiones que prosiguen hoy y que continuarán seguramente antes y después del juicio. Agréguense a la coctelera los celos que siempre existen en el mundo de los togados al trabajo de cualquier juez de la Audiencia Nacional por el inmenso poder que concentra. Pero todo eso no evita la sensación de regusto amargo que deja Del Olmo tras dos años de investigación. El final fue un calvario, enfermo ya de glaucoma en los dos ojos. Resulta dramático saber que redactó el auto de procesamiento haciendo continuo uso del colirio y pegado a una pantalla de ordenador de grandes dimensiones porque su visión le impedía ya trabajar en una pantalla normal. El magistrado cometió un error muy grave al equivocarse en la fecha de la prórroga de la prisión provisional de uno de los procesados, lo que obligó a ponerlo en libertad. Es posible que el fallo podía haberse subsanado si hubiera habido mejor coordinación con la juez que le sustituyó cuando él estuvo de baja. El Consejo General del Poder Judicial tiene aún que pronunciarse si expedienta o no a Del Olmo. Pero ahora lo esencial no es eso, sino que el juicio comience sin demora y permita esclarecer todos los puntos oscuros.

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