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Tribuna:NACIONALISMO Y SENTIMIENTOS
Tribuna
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'D'un país que anem fent'

Ya me perdonará Joaquín Ferrandis, y que no me malentienda, pero el término País Valencià no es "casi exclusivo" de Esquerra Unida, tal como afirmaba en este rotativo el 19 de junio. Lo será, en todo caso, si confundimos -sin quererlo, no digo que no- las Cortes del 5% con la sociedad valenciana en su conjunto. Pero para nada lo es en esta rica sociedad civil, donde Escola Valenciana, Acció Cultural, el STEPV, CC OO, UGT y el Bloc, por citar sólo algunas, lo usan habitualmente, y sin complejos, para referirse a eso que otros conocen lacónicamente por Comunitat.

Ciertamente, no son denominaciones intercambiables ni equivalentes, por mucho que lo llegara a parecer, porque las palabras no son banales. Antes al contrario, están cargadas de ideología y, en el caso que nos ocupa, cada acepción define un modelo antagónico de país, autonomía o región. Que cada cual elija el que más se aproxime a sus intereses o expectativas. En todo caso, las cosas claras. Que el PP y el PSOE usen Comunitat no es una nimiedad sino una fatal coincidencia en el modelo ahistórico de país que han desarrollado en sus años de gobierno. Unos más que otros, para ser justos, pero al fin y al cabo un modelo sin personalidad que se confunde, la mayoría de la veces, con una simple y triste comunidad de vecinos, que no tiene más horizonte político que elegir qué antenista o proveedor de ascensores nos ofrecerá la mejor oferta en la siguiente reunión de escalera.

No creo justo resumir un proyecto modernizador de país con el calificativo de sentimiento

Dice la vicesecretaria general del PSPV-PSOE, Isabel Escudero, que lo de País Valencià responde a un sentimiento, como excusa para justificar por qué los socialistas lo mantienen en sus siglas pero no lo utilizan en la práctica. Nada más lejos de la ficción. Para los nacionalistas y tanta gente que se estima el país, eso del País Valencià responde, más que a una cuestión epidérmica o sentimental, a un modelo de país y un proyecto político que se funde en nuestra tradición histórica, esa que parte de l'Antic Regne de Jaume I y que hoy se sustancia en la concepción moderna de País Valencià. O dicho de otro modo, en un proyecto de modernización social y política que marcó, no sólo la larga noche del antifranquismo, sino la esperanzadora y a la vez frustrante transición. ¿Alguien, en su sano juicio, cree que sin esos del País Valencià hoy tendríamos nuestro actual autogobierno, por muy poco desarrollado que haya sido, o la Llei d'Ús i Ensenyament, por muy poco aplicada que haya sido?

No creo que sea justo resumir, como hace Escudero, todo un proyecto modernizador de país con el calificativo de sentimiento. Ya entiendo que esta sea la salida para justificar el vaciado de contenido político del PSOE con respecto al término de País Valencià. Una denominación que para ellos, como mucho, ha sido un reclamo para atraerse ese espacio protonacionalista transversal que, cautivamente, le dio sus votos en los ochenta.

En todo caso, este vaciado de contenido no es lo que más me preocupa del tema. Ni tan siquiera que aún hoy se asocie lo de País Valencià con el catalanismo. En serio, ¿alguien hoy cree que los catalanes nos robarán el Micalet y la paella? Supongo que Camps y todos los plumillas a sueldo así lo creerán, porque esa es su única estrategia para mantener el sueldo a cargo de la Generalitat. Pero, de ahí afirmar, como hace el catedrático Ángel López, que el término País Valencià es una pesada losa para el PSOE, responde a una mirada pesimista y acomplejada de nuestro país que podría estar, sin duda, detrás de los tristes resultados del socialismo indígena.

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Como he dicho, ésta no es mi preocupación. Sino el vaciado de contenido de esa denominación insípida, insabora e incolora de Comunitat Valenciana, antes, y Comunitat a secas, ahora. Un vaciado de contenido sentimental, político e identitario que refleja la subalternidad de los políticos que lo promocionan, llegando al extremo que de aquella denominación burócrata de Comunitat Valenciana hemos eliminado lo único digno que había y nos hemos quedado con esa palabra que significa, según el Català-Valencià-Balear, "reunió dels qui viuen en comú" o "conjunt dels habitants d'un país o un poble".

Ya me gustaría que fuera verdad eso de país. Pero no. Tenemos que somos la Comunitat. Pero ¿de qué comunidad hablamos? Del Consell Preautonòmic del País Valencià hemos pasado a Comunitat, a secas. Me pregunto: ¿Tanto nos hemos despersonalizado en 25 años, que nuestro nombre no es que no responda ya a una tradición histórica o a un proyecto modernizador, sino que Extremadura o La Rioja, al paso que vamos los valencianos, han consolidado una denominación más digna que la nuestra?

Tal como Ferrandis explicaba, la Comunitat no nos define como lo que somos, es un término de poco vuelo, de consumo interno y sin proyección exterior no ya fuera de España, sino incluso dentro de sus fronteras. Una tomadura de pelo, del nacionalismo español más recalcitrante, que se rasga las vestiduras porque Catalunya se quiera definir como nación y no porqué los valencianos nos definamos como reino sin tener rey. Sea como sea, ante delirios como el que nos ocupa, prefiero observar el cartel de Artur Ballester, año 1936. Aquel que rezaba: "El País Valencià a l'avantguarda d'Ibèria". Donde los acomplejados sólo ven el fantasma del catalanismo y los vividores se ven seducidos por la despersonalización, yo -como Ballester- sólo veo la ilusión por mi país, el País Valenciano. Visca el País Valencià!

Enric Morera, secretario general del Bloc.

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