Víctimas del terrorismo y ciudadanos
El 21 de junio Ramón Recalde publicó en EL PAÍS un artículo con un título parecido desde su óptica de víctima superviviente y catedrático de Filosofía del Derecho. Creo que es la primera vez que alguien -y muy implicado personalmente- habla de este tema. Es comprensible el dolor de quien ha sufrido en su carne un ataque tan cruel, y -quizá más aún- el que lo ha vivido en una persona de su intimidad. También es comprensible su rechazo a pactar con los asesinos. Con distintas intensidades y matices, estos sentimientos son -o pueden ser- compartidos por los demás, pero lo importante es que son subjetivos e individuales, aunque se puedan manifestar de forma colectiva.
Si esto es así, ¿por qué puede Recalde, desde la misma orilla, pedir a sus compañeros en el sufrimiento que intervengan en política sólo como ciudadanos? Porque al ser un problema de todos los españoles, las opiniones de las víctimas del terrorismo nos interesan por ser precisamente mantenidas por ciudadanos, pero sin que su dolor sirva para reforzar su acierto. ¿Consideraríamos más capacitados a los miembros de una hipotética asociación de víctimas de tráfico para exigir una determinada legislación? Ni unos ni otros han elegido su desgracia ni -salvo azar- están en la mejor disposición espiritual, emocional e intelectual para exigir caminos. ¿Por qué, pues, sus palabras o actos deben hacernos algo más que meditar en el dolor tan injustamente recibido? Solidaricémonos con ellos pero roguémosles que dejen hablar a quienes tienen más información, más dedicación a este problema y -sobre todo- han sido elegidos por la mayoría de los españoles para que actúen en su nombre.
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