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Reportaje:Elecciones en México

Condenados a entenderse

Washington tiene más interés en la estabilidad de México que en el nombre de su próximo presidente

Washington es, en la escena internacional, el lugar desde el que se siguen con más atención estas elecciones. Aunque ningún candidato alterará radicalmente las intensas y complicadas relaciones entre los dos países y el pragmatismo se impone cuando se comparten 3.200 kilómetros de frontera, el desenlace no es indiferente. El conservador Felipe Calderón es mejor visto por el Gobierno de Bush que el izquierdista Andrés López Obrador. Pero la Administración de EE UU ha evitado pronunciarse y sólo ha dicho que trabajará con el próximo presidente de México.

A cualquier Gobierno estadounidense le interesa un México políticamente estable y económicamente próspero, y cualquier presidente mexicano sabe que su país está indisolublemente ligado al vecino del norte. México es el segundo socio comercial de EE UU, con intercambios diarios de 700 millones de dólares (558 millones de euros); la integración económica se triplicó desde 1994, con el Tratado de Libre Comercio, aunque la renta per cápita mexicana es la cuarta parte que la de EE UU. Dos terceras partes de los hispanos de EE UU son de origen mexicano.

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"Calderón tendría una política exterior más activa con EE UU y con sus vecinos; López Obrador, más doméstica, y Madrazo sería un híbrido, pero el gran interés de EE UU no tiene tanto que ver con quién sale elegido como que México se afiance como un aliado sólido", dice Andrew Selee, director del Instituto México-EE UU del Wilson Center. "Lo que a EE UU le interesa es un México fuerte, con una economía más competitiva y una sociedad más igualitaria". La seguridad y la emigración, añade, son los otros dos puntos clave.

En 2005, los inmigrantes enviaron a México 20.000 millones de dólares, el segundo ingreso tras el petróleo. El debate en EE UU se reflejó en la campaña: los candidatos rechazaron las medidas represivas y pidieron inversión. A EE UU le interesa, insiste Selee, "que se cree en México un clima de estabilidad económica, que haya seguridad e inversiones sociales, que el país sea fuerte e influyente en el TLC y en el hemisferio".

Además de abordar conjuntamente la emigración, "un México política y económicamente estable es vital para coordinar esfuerzos contra el narcotráfico, reforzar la competitividad de ciertos sectores y aumentar la seguridad de EE UU", según un informe de la politóloga Pamela Starr para el Consejo de Relaciones Exteriores. En el informe se dice que "aunque EE UU se sintió herido por la tibia respuesta de México en el 11-S y en la guerra de Irak, Washington parece haber subestimado la profunda decepción de México por haber desaparecido de su política exterior". EE UU "debería tomar la iniciativa de cambiar el tono de las relaciones, y México debería abordar con realismo el problema migratorio y los asuntos económicos y de seguridad pendientes".

Y si gana López Obrador, ¿qué pasará con estas relaciones? "Sería algo más complicado, pero no significa obligatoriamente que vayan a empeorar", dice Adam Isacson, del Center for Internacional Policy. "Depende, para simplificar, de si va a ser un Chávez o un Lula [en referencia a los presidentes de Venezuela y Brasil, respectivamente]. No creo que vaya a ser un Chávez, no tiene interés en serlo. Habría algún problema, pero ya hay dificultades, con [el actual presidente Vicente] Fox, en temas como la inmigración, y ya las hay para México en la guerra contra los narcos; para estas cosas, cualquier presidente va a necesitar la colaboración de EE UU". Más que condenados a entenderse, señala Selee, "EE UU y México están condenados a lidiar el uno con el otro, a sentarse a la misma mesa".

Una patrulla de EE UU vigila la frontera con México en Arizona.
Una patrulla de EE UU vigila la frontera con México en Arizona.REUTERS

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