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Chóferes de autobuses interurbanos sufren agresiones de jóvenes los fines de semana

Un conductor que se dirigía a Navacerrada recibió el sábado una paliza de cinco adolescentes

Daniel Verdú

Los chóferes de los autobuses de línea que realizan trayectos de noche desde el intercambiador de Moncloa a diferentes puntos de la región tienen miedo. Varios han sufrido agresiones en los últimos meses por jóvenes que se suben a su autobús. Se niegan a pagar el billete, fuman, orinan, insultan a los chóferes o les agreden. El último incidente se vivió en la noche del sábado, cuando Darío Rodríguez recibió una paliza a manos de cinco adolescentes en Navacerrada. El sindicato UGT pide medidas urgentes para evitar más violencia. Este periódico ha recogido el testimonio de tres de los conductores agredidos.

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Darío Rodríguez, de 35 años y conductor de los autobuses de línea nocturnos de la empresa Larrea, salió el sábado a la una de la madrugada desde Moncloa con destino a Navacerrada. Uno de los pasajeros no quiso pagar su billete. Alegaba que tan sólo pasaba un rato de la hora a la que expiraba su abono diario. Discutieron acaloradamente, pero otros viajeros terminaron persuadiéndole de que debía pagar el billete. Lo hizo y siguió insultando a Darío. "Me llamaba reventado y despreciaba mi trabajo. Pero yo lo hago muy a gusto", dice explicando que hace unos meses pidió el cambio al servicio nocturno para "pasar más horas con la familia".

En Villalba se montó un amigo del agresor, y en Becerril otros dos más. Darío iba charlando con algunos pasajeros a los que conoce desde hace meses. Pero los insultos empezaron a subir de tono. Al final del trayecto, en Navacerrada, sólo quedaban en el autobús dos pasajeros y los tres chavales que le increpaban. Según cuenta Darío, éstos siguieron armando follón y amenazándole. "Les avisé de que iba a llamar a la Guardia Civil", cuenta. Entonces empezaron a agredirle. "Se colgaban de las barras del autobús y me daban patadas y puñetazos", explica todavía consternado. Uno de los jóvenes terminó con la nariz rota. Darío cree que pudo darle un golpe cuando se defendía.

Los chavales abandonaron el autobús y los dos pasajeros se bajaron. El conductor avanzó unos metros para llamar a la policía, pero de nuevo, varios amigos de los agresores rodearon el autobús y terminaron irrumpiendo en el interior. "Me pillaron en el asiento y empezaron a golpearme en la cabeza", relata. La agresión terminó cuando unos transeúntes acudieron a socorrerle. Pero horas más tarde, volvió a recibir amenazas, esta vez de uno de los padres de los agresores. "Me dijo que me iba a reventar la cabeza". "Nunca me había visto en una situación así, pero empieza a ser frecuente entre los conductores que trabajamos de noche", advirtió ayer Darío, que ahora se encuentra de baja y que tiene heridas en la cabeza, moratones en brazos y piernas y una contractura de cuello. Presentó denuncia en comisaría.

Muchos de los trabajadores de las seis empresas que realizan los recorridos nocturnos que ayer trabajaban en Moncloa corroboran las denuncias de inseguridad. "A partir de la una de la madrugada cierran el intercambiador de Moncloa y tenemos que salir desde el Paseo de Moret", cuenta Esteban Pascual, conductor y presidente del comité de empresa de Autoperiferia, otra de las empresas que realizan trayectos similares, y en la que trabajan alrededor de 200 conductores que alternan los turnos, incluido el de noche. "Los que suben vienen del botellón en el parque del Oeste. No quieren pagar el billete, fuman porros en el autobús, a veces orinan dentro. En enero unos locos quemaron un autobús en Villalba", continúa Pascual. "Tenemos que hacer la vista gorda para evitar las agresiones", se lamentaba ayer mientras comentaba la situación con otros conductores en la estación de Moncloa. Los chóferes, dicen, tienen orden de sus empresas de no enfrentarse a quienes no pagan el billete.

"Es un servicio fantástico para el ciudadano, pero tienen que protegernos", pide la mayoría de los afectados.

A Miguel Ángel Ferreras, conductor de la línea 903, lo cosieron a pedradas hace poco porque a algunos de sus pasajeros no les gustó el nuevo recorrido del autobús. "Al final del trayecto, en Monterrosas, me bajé a orinar, y cuando volvía al autobús me persiguieron varios chavales que no llegaban a 18 años con palos y piedras", relata. Su autobús llegó al garaje con las lunas rotas.

Adolfo Jiménez, un inspector de estación de Autoperiferia, insistía: "Es un problema de inseguridad muy fuerte. Uno solo no puede hacer nada contra muchos agresores". Varios conductores se añaden a la conversación y cuentan trifulcas de los últimos meses. "Ayer a Emilio le vaciaron un extintor dentro del autobús", dice uno. A otro, cuentan, le tiraron una navaja por la ventanilla. "Aquí no hacen caso a nadie. Nos han quemado un autobús y ha habido varias agresiones", explica Julio Mateo, del comité de empresa de Larrea. "Siempre ha habido problemas por la noche, pero ahora... Al final va a haber que suspender el servicio", advierte.

Darío Rodríguez, conductor de autobús agredido por unos viajeros.
Darío Rodríguez, conductor de autobús agredido por unos viajeros.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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