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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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El espacio de demostración y cómo ocuparlo

L a biomedicina aumenta el bienestar de las personas, y además crea riqueza en las sociedades avanzadas capaces de transformar el conocimiento en producto interior bruto (PIB). Esta transformación depende, en parte, de instrumentos públicos facilitadores. En el diseño de políticas facilitadoras pueden ser útiles dos observaciones: la primera, que la ciencia básica, siendo fundamental, no es más que el primer eslabón muy pequeño de una larga cadena de valor. La segunda, que la industria es reacia a desarrollar conceptos muy novedosos, por motivos que van más allá de los meramente económicos.

Me explico: la investigación básica está diseñada para demostrar o rebatir hipótesis según el método científico, y de vez en cuando realiza grandes descubrimientos. Un gran descubrimiento sería encontrar un nuevo mecanismo que explique por qué aparece un tipo de cáncer. Transformar este descubrimiento en una realidad terapéutica y económica requiere encontrar una molécula que actúe sobre este mecanismo, y después atravesar con éxito 15 años de desarrollo hasta lograr un fármaco útil. Normalmente esto ya no se considera conocimiento académico. Este otro camino lo deben recorrer las empresas, que necesitan seleccionar debido a la dispersión o escasez de recursos, coste de oportunidad, presión del corto plazo y demás. Hasta las empresas con mayor vocación innovadora examinan cada año centenares de nuevos posibles desarrollos y deben descartar los proyectos con peor equilibrio riesgo/beneficio, que en general son los más incipientes. En el ejemplo del cáncer, para que una empresa asuma el riesgo y el coste de avanzar en la cadena de valor, desde el descubrimiento del mecanismo hasta que se tiene alguna molécula capaz de interferir con él de forma terapéuticamente relevante e industrialmente viable, el proyecto debe ser el de mejor beneficio/riesgo entre otros muchos que haya analizado.

La ciencia básica, siendo fundamental, no es más que el primer eslabón

Si el conocimiento académico se retira demasiado pronto y la industria prefiere entrar cuando el conocimiento está más avanzado, estamos ante una brecha importante, la clave del problema. Esta brecha es en realidad un espacio de demostración. La única forma de transformar el conocimiento biomédico en PIB es tender puentes en este espacio, creando instrumentos que reduzcan el riesgo percibido por el siguiente actor en la cadena de valor. Por eso el nombre de demostración, ya que reducir el riesgo significa demostrar viabilidades: viabilidad técnica (el paradigma sería el ensayo clínico); viabilidad industrial (algo tan tonto como demostrar si un producto es suficientemente estable) y la viabilidad comercial (demostrar que los costes del producto final se ajustan al precio que el mercado puede pagar, y demostrar o intuir la propia existencia de ese mercado).

Las políticas incentivadoras deben ayudar a construir los puentes en este espacio. Para ello se puede trabajar sobre tres ejes: el primero, llenando el espacio desde el origen, facilitando que el mundo académico avance hacia actividades de demostración, asegurando la propiedad industrial, valorando la transferencia de tecnología como mérito en la carrera investigadora y financiando proyectos que se dirijan a explorar cualquiera de las tres viabilidades. El segundo eje puede recorrerse consolidando el espacio sobre sí mismo, ocupándolo con (por ejemplo, las estructuras intermedias de origen académico pero con clara vocación comercial, empresas desgajadas de grupos académicos). Una de las virtudes del espacio de demostración es que añade mucho valor con poca inversión. Es terreno abonado para modelos de negocio que se enfoquen en cubrir la brecha. Las políticas incentivadoras en este eje están inventadas hace tiempo: acceso a capitales (capital riesgo, mercados secundarios de Bolsa), simplificación de la creación de empresas de origen académico, soporte a la fase concepto/semilla, formación adecuada de gestores, etcétera.

Finalmente, el tercer eje es un eje tractor, que se recorre facilitando la entrada en el espacio de las empresas capaces de llevar las tecnologías al mercado. Las empresas tractoras son esenciales para consolidar la actividad de los agentes intermedios descritos en el eje anterior. En un mundo global, a veces una buena política incentivadora marca la decisión final sobre qué tecnología desarrollar por parte de las empresas más consolidadas. Habida cuenta que el riesgo y el horizonte temporal suelen ser comparables entre la mayor parte de las tecnologías inmaduras, una buena política tractora podría hacer que las empresas grandes locales optaran por consolidar el espacio de demostración español, y no el de Massachusetts, por ejemplo. En resumen, el espacio de demostración es ahora mismo tierra de nadie, pero tierra fértil, de la que podemos extraer excelentes frutos si somos capaces de diseñar mecanismos estimuladores que nos hagan decidirnos, a todos, a salir de la cómoda vida de trincheras.

Luis Ruiz-Ávila es biólogo y director general de Advancell.

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