Fin de la tregua
La tregua que el movimiento terrorista palestino Hamás decretó en febrero de 2005 ha tocado a su fin. El cambio cualitativo se ha producido, según las fuerzas del terror, este mes, primero con el asesinato selectivo de un dirigente de Hamás, y luego con el bombardeo de una playa de Gaza, donde murieron ocho bañistas de una misma familia, del que Jerusalén declina toda responsabilidad. En las dos últimas semanas, una serie de acciones militares israelíes ha causado la muerte de 20 palestinos, 14 de ellos, civiles.
Tras el anuncio el pasado día 9 de que la tregua había concluido, se producía ayer la primera incursión terrorista contra objetivos militares en Israel desde la retirada de Jerusalén de la franja el pasado septiembre, en la que han muerto dos soldados israelíes. Los hombres de Hamás habían excavado un túnel cerca de Kerem Shalom, uno de los cruces entre Gaza e Israel. Y horas más tarde fuerzas israelíes penetraban en la franja en busca de un tercer soldado que, aseguraban, había sido secuestrado. El Gabinete para Asuntos de Seguridad del Gobierno israelí autorizó ayer una operación militar masiva en Gaza, lo que anuncia represalias en toda regla.
El momento en que esta cadena de acción-reacción, terror-represalia o represalia-terror se desencadena es lamentable, porque ahora parece sumamente aleatorio que se celebre la cumbre entre Olmert y el presidente palestino, Mahmud Abbas, acordada sin fecha por los propios interesados el pasado viernes en Ammán. Y aún peor, las conversaciones entre Hamás y la Autoridad Palestina para acordar una declaración conjunta que implicaría el reconocimiento de Israel por parte del grupo terrorista están en el alero.
Hubo avances en esas conversaciones, de forma que Abbas y el jefe del Gobierno palestino, el líder de Hamás, Ismael Haniya, creían próximo el acuerdo por el que los terroristas reconocerían a Israel a cambio de la retirada total israelí de los territorios ocupados. Y no es que eso significara que la paz estaba al caer, puesto que Israel ya ha dicho que no se retirará de buena parte de Cisjordania y nada de Jerusalén-Este, pero en el regate diplomático, ello permitía a la Unión Europea reanudar la ayuda a la AP, interrumpida desde que Hamás ganó las elecciones en enero y formó Gobierno; y, quizá, en el colmo del optimismo, también permitió a EE UU presionar a Israel para que negocie un plan de retirada y paz equilibrado, a lo que Olmert no ha mostrado hasta hoy inclinación alguna. Pero en Oriente Próximo unos u otros, o ambos de consuno, siempre saben cómo negarse la oportunidad de la paz.
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