Moda para el Mundial
Contra todo pronóstico, la selección española ha ganado los tres partidos que ha jugado en el Mundial y ha pasado a octavos de final. Llevados por la euforia, algunos ya ven al equipo de Luis Aragonés en cuartos, en semifinales... en fin, ojalá se cumplan esas locas esperanzas y sigamos divirtiéndonos, que es de lo que se trata. Sin embargo, ya en octavos, es momento para plantear una cuestión que, si bien puede parecer frívola a muchos, no deja de ser importante para el país, para la imagen del país.
Desde el punto de vista deportivo, la imagen de la selección española, después de los partidos jugados, sale del Mundial con nota alta, más alta de lo que se suponía. No nos engañemos: dígase lo que ahora se diga, nadie daba un duro por el equipo inventado por Luis Aragonés. Pero, a estas alturas de la competición, hay que aspirar a más y velar, aparte de por la imagen deportiva, por la imagen estética. España es, hoy en día, un país respetado en el mundo por, entre otras cosas, su imaginación y creatividad aplicadas a la moda, al diseño, a la arquitectura, al cine, a la pintura y a cuantas disciplinas artísticas entran por los ojos. Un país con tanto Salón Gaudí y tanta Pasarela Cibeles dedicados a la moda; con tantos creadores de alta costura de primera fila, internacionalmente reconocidos, no puede estar representado por personas cuya vestimenta no esté a la altura de su importancia. Y Luis Aragonés ha pasado a ser, ya, un personaje de suma importancia. Está a punto de convertirse en un héroe, Y, en correspondencia con dicha condición, no puede seguir apareciendo en pantalla vestido con esa camiseta deportiva, blanca, que le hace más pálido de lo que se está. No se trata de imponerle traje y corbata, como Pékerman, el entrenador argentino, o como el alemán, ni que se adorne, si no quiere, con las llamativas corbatas que luce el mexicano. A Luis Aragonés, un personaje de apariencia más bien apesadumbrada y poco alegre, habría que afeminarlo -sin ofender- un poco y seguro que resultaría un hombre resultón. Es una sugerencia, claro. Seguro que un buen diseñador sabría cómo mejorar -con todos mis respetos- la vestimenta del entrenador español. Y, de paso, también podría atinar con un modelo de camiseta roja para la afición. Un modelo que no engordara tanto. Seguro que al teleespectador, cuando las cámaras de televisión enfocan a la hinchada roja, no le han pasado por alto las formas barrigudas de los aficionados españoles. Es una deformación debida a la hechura, a la mala hechura, de ese tipo de camisetas que no sientan bien a nadie. Habría que remediarlo. Porque, en España, en relación a otros países occidentales, el ciudadano viste bien, y no presenta esas formas obesas que luce la hinchada roja. Una prueba: los hombres que han elegido el traje de faralaes para ir al Mundial lucen de lo más elegante.
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