El regreso de Yulia
Cuando el presidente Víktor Yúshenko proponga el lunes al Parlamento ucranio a Yulia Timoshenko como nueva primera ministra, se recompondrá un círculo roto en septiembre pasado, después de que la telegénica y sanguínea conspiradora de la revolución naranja fuera destituida de la jefatura del Gobierno, a causa de su populismo económico, por el mismo hombre que volverá a confirmarla ahora.
Han sido necesarios tres meses de extenuantes negociaciones para que los tres partidos liberales que apoyaron en 2004 la democratización de Ucrania (Timoshenko más Yúshenko más los socialistas) se pongan de acuerdo sobre un gobierno de coalición. El prolijo pacto ha alejado del poder al vencedor aritmético de las elecciones parlamentarias de marzo, el ex primer ministro prorruso Víktor Yanukóvich, cuya formación obtuvo 186 de los 450 escaños de un Parlamento ahora con mayores poderes tras los cambios constitucionales de este año.
Al Gobierno ucranio que adquirirá forma en los próximos días le esperan tiempos duros. La economía funciona mal, y el inequívoco credo prooccidental del Ejecutivo -incorporación a la Unión Europea y acercamiento a la OTAN- es anatema para Vladímir Putin. Timoshenko se ha apresurado a anunciar, además, que se propone renegociar a la baja el precio del gas natural ruso, que el invierno pasado provocó una aguda crisis política entre Kiev y Moscú, amén de otra energética en varios países europeos que se abastecen mayoritariamente de aquél, bombeado a través de Ucrania. Al Kremlin, por boca del coloso Gazprom, le ha faltado tiempo para replicar que esta actitud puede desembocar en otro invierno crítico para Europa.
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