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La ruta sinuosa a favor de los derechos humanos

La creación en Ginebra de un Consejo para los Derechos Humanos de la ONU constituye un formidable adelanto para la promoción y el respeto de los derechos humanos. Suiza auspició esta idea en el marco de una política exterior activa al servicio de la paz.

El siglo XX ha sido marcado por la victoria sobre dos totalitarismos, el nazismo y el estalinismo, y por la descolonización. La caída del Muro de Berlín ha suscitado la esperanza de libertad desde hace una quincena de años. Los Estados de Europa Central y del Este se han incorporado a la Unión Europea y otros, como Turquía, llaman a su puerta. La apertura política ha llegado a Rusia. La situación se estabiliza en los Balcanes. América del Sur se emancipó de las dictaduras de extrema derecha. En Asia, varios países han emprendido, a su ritmo, la senda del pluralismo. Igualmente en África, en el Magreb, se notan progresos. Además, potencias emergentes como India, Brasil, México o Suráfrica son sólidas democracias hoy en día.

La comunidad internacional tiene el deber de mantenerse vigilante

Es un hecho que la situación de los derechos humanos ha mejorado en varias regiones del mundo. Son evidentes los progresos realizados desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU en 1948.

No obstante, la comunidad internacional tiene el deber de mantenerse vigilante. Más allá de las referencias culturales y filosóficas y de una visión de la sociedad que puede variar según los países, la defensa de los derechos humanos es un objetivo universal, ambicioso y permanente que debe mantenerse vivo. Los derechos humanos no se limitan a la defensa de las libertades fundamentales como son la libertad de expresión o los derechos civiles y políticos. También figuran los derechos sociales, económicos, culturales, los derechos a la salud, a la educación y a la alimentación, la igualdad entre los sexos. Suiza es partidaria de un enfoque global que tenga en cuenta estas múltiples aspiraciones.

Suiza ha hecho de la promoción y del respeto de los derechos humanos una prioridad de su política exterior. Mi país tiene el estatus de país neutral, no tiene pasado colonial, no tiene agenda oculta, no es miembro ni de la OTAN ni de la Unión Europea. Sin embargo, es muy activo en el seno de Naciones Unidas. La neutralidad no es una postura de indiferencia, sino que permite una labor útil, al servicio de la paz. Suiza ha desarrollado estos últimos años una política de neutralidad activa. Se compromete, adopta posiciones. Nos mostramos creíbles, fiables y no parciales al hablar sobre los derechos humanos, al proponer nuestra mediación en Colombia o en Sudán, al abogar por la independencia de Kosovo, al ofrecer nuestra disponibilidad o nuestro suelo para la prevención o la resolución de conflictos.

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Suiza es conocida como un país que respeta los derechos de sus ciudadanos y que les otorga amplias prerrogativas. Esto sustenta nuestra credibilidad y nuestra imagen en el ámbito internacional. La creación en Ginebra de un Consejo de Derechos Humanos reviste, en este contexto, una gran importancia y es una victoria considerable para los derechos humanos y para las Naciones Unidas. También para Suiza, que fue la primera en proponer, en 2004, la creación de este nuevo organismo. Como sede del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Ginebra, que ya acoge el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización Internacional para las Migraciones, la Cruz Roja y numerosas ONG, se reafirma como la capital mundial de la acción humanitaria y de los derechos humanos.

No puede haber paz y estabilidad si no se respetan los derechos humanos. Afirmar la universalidad de los derechos humanos es marcar la predominancia del soft power, que se basa en valores y en modelos de sociedad, sobre el hard power que se impone política o militarmente por la fuerza. La ONU encarna ese soft power, esa aptitud para convencer a los demás de la necesidad de perseguir los mismos objetivos de manera consensual, por ejemplo, en la esfera de los derechos humanos.

La incriminación no es el medio adecuado para hacer progresar la causa de los derechos humanos. Suiza preconiza una perspectiva despolitizada, fundada en el diálogo entre los Estados, en el compromiso voluntario y en la cooperación con la sociedad civil. El nuevo Consejo de Derechos Humanos defiende una filosofía más transparente, más dinámica, más exigente que la antigua Comisión de Derechos Humanos. El diálogo debe reemplazar la confrontación sistemática que no desemboca en nada útil. El mecanismo de examen universal periódico al que los Estados deben someterse, pero también el hecho de que se reunirá prácticamente durante todo el año y que podrá reaccionar rápidamente en caso de violaciones graves y sistemáticas, son fundamentales para que el nuevo organismo sea creíble y eficaz. Por añadidura, el ser miembro del Consejo de Derechos Humanos implica responsabilidades: las intenciones deben ser seguidas de actos.

Suiza y Ginebra han desempeñado, desde hace decenios, un papel de primer plano en el ámbito de la promoción de la paz, de la defensa de los derechos humanos y del respeto del derecho internacional, en particular, del derecho internacional humanitario. Haciendo referencia a la libertad y a la igualdad, ya hablaba Jean-Jacques Rousseau de los "derechos de la humanidad" en el Contrato social, a fines del siglo XVIII, algunos años antes de la Declaración de los Derechos Humanos de la Revolución Francesa. Henry Dunant creó, por su parte, la Cruz Roja en el siglo XIX, antes de que la Media Luna Roja y, más recientemente, el nuevo emblema del Cristal Rojo asienten la universalidad del compromiso humanitario.

Heredera indiscutible del legado de Rousseau, guiada por el espíritu de Ginebra impregnado de diálogo, confiando en el progreso, Suiza siente como un deber proseguir la conquista de derechos y libertades. Con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU deseamos superar, el 19 de junio de 2006, una nueva etapa en favor de un mundo más justo. El combate por los derechos humanos es largo y sinuoso. La historia nos demuestra que con el pasar de los siglos, la libertad y la democracia se han arraigado en Europa. De la misma manera debe suceder, de ahora en adelante, en el resto del mundo. Únicamente gracias a la perseverancia en el empeño avanzaremos hacia este objetivo.

Micheline Calmy Rey es vicepresidenta de la Confederación Suiza y ministra de Asuntos Exteriores.

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