El bello durmiente
Brasil, con el fútbol más aburrido del campeonato, penó ante Australia, a la que ganó con goles de Adriano y Fred
Brasil derrotó a Australia. Es natural. Brasil gana casi siempre, a los buenos y a los mediocres. Pero Brasil volvió a jugar mal. También comienza a ser natural. A este paso se va a convertir en el antídoto contra el insomnio. Ni su colorista hinchada se arranca a animar. Los hinchas están dormidos como los demás. Por sorprendente que parezca, a Brasil le conviene perder un poco. De lo contrario continuará con su decepcionante juego. El ocaso de la magia viene de lejos. Conquistó el título mundial en 1994 y desde entonces se mantiene en su línea cicatera. Es uno de los equipos más aburridos del campeonato. No juega bien desde hace muchos años, pero gana. Se mantiene como favorito porque aprovecha cualquier destello para embocar un remate. No está armado para divertir, ni para divertirse. Penó frente a Australia, un honrado equipo integrado por jugadores del Basilea, Blackburn Rovers, Crystal Palace y demás potencias del fútbol. Australia funciona al máximo de sus posibilidades y no roba nada al fútbol. Mereció tanto como Brasil. Tuvo dos ocasiones magníficas y remató más veces, hasta que el partido se descosió. Entonces se marcaron los brasileños dos o tres jugadas que sonaron a farol. Una actuación tan lamentable no se maquilla con dos virguerías de última hora.
RESULTADO
BRASIL 2 - AUSTRALIA 0
El primer gol se produjo en el primer remate a la portería. No fue en la avalancha inicial, porque no hubo tal avalancha. No fue la consecuencia de la superioridad de Brasil. Tampoco existió. No hubo nada en la primera parte, excepto un fútbol pesado, lento, sin claridad, sin movimiento, sin soluciones. La caja mágica, ese invento que tanto valoran los brasileños para blindar la defensa, tiene unos efectos tan devastadores como el viejo pelotazo inglés. Adormece la inteligencia y denigra la creatividad. En cualquier otro equipo se trata de una lacra perniciosa. En Brasil resulta intolerable. No puede seguir con el doble lenguaje del jogo bonito y la realidad de su feísimo fútbol. Su destructivo efecto ha atropellado a Ronaldo, Ronaldinho y Kaká. A los mejores. Aparecen poco y mal. Brasil no tiene un plan para aprovecharlos. Juega para pescar una oportunidad y lograr la victoria. Su modelo es más cínico que el peor catenaccio italiano. Al menos, el fútbol no se hacía ilusiones con aquellos equipos italianos, que no pretendían enamorar a nadie. Brasil marca paquete con la magia y luego la escamotea clamorosamente.
La mentira se observa con más claridad en este Mundial, donde algunos equipos han jugado bien, o lo han intentado, o han ofrecido una propuesta generosa. En los anteriores Mundiales se excusó a los brasileños porque el fútbol no salía de las trincheras. En medio de la mediocridad general y de las tendencias ultraconservadoras, las figuras salvaban el prestigio de Brasil. La gente quería pensar que Romario y Bebeto merecían un título mundial. O Ronaldo y Rivaldo. Era la coartada para el engaño. Se acabó. No hay manera de tragarse este sapo. Es muy poco brasileño que el primer remate entre los palos se produzca en el minuto 50. Tampoco se estiraron antes en los tiros, ni hubo ocasiones, o algo parecido a oportunidades. Un remate cruzado de Kaká y nada más. No había excusas. Enfrente no tenía al mejor equipo del planeta. Australia es un caso parecido al de Corea del Sur. Que Hiddink sea el seleccionador no es casualidad. Hiddink construyó un equipo potable en Corea del Sur. Lo hizo a la holandesa, con un sistema donde la disciplina camuflaba la ausencia de ideas y de jugadores notables.
La idea era el sistema. Y funcionó. También en Australia. Juega como el Ajax, pero no es el Ajax. No lo puede ser con su discreta colección de futbolistas. Pero allí estaba el 3-4-3, con un medio centro como director de orquesta y un volante de enlace para ayudar conectar con Viduka. El medio centro es Grella y jugó bien. El volante es Cahill. No jugó bien. Le sustituyó Kewell, que hace años parecía el Maradona australiano. Ahora es suplente en el Liverpool y en la selección australiana. Su ingreso, sin embargo, agitó el juego de su equipo. Regateó a algún brasileño y estuvo cerca de marcar el tanto del empate en un error de Dida. No atrapó un globo y la pelota quedó suelta en el área, sin defensores en la portería. Kewell no acertó en el remate. Tampoco Viduka en una jugada parecida. Le hizo la cuchara a Dida, pero el balón pasó por encima del larguero. A otros les dio un ataque de pánico, como a Bresciano que desaprovechó un contragolpe en solitario porque le pesaba el miedo en las piernas. En medio de todas esas jugadas, no había rastro de la famosa magia. Lo más parecido fue el gol, generado por Ronaldo, que confundió a los defensas australianos con la bicicleta estática. Aunque no se movió del sitio, los centrales acudieron como moscas al engaño y dejaron casi libre a Adriano, que recogió el pase, armó la pierna izquierda y remató. No había hecho nada hasta entonces, ni hizo nada después. Está mucho más fondón que Ronaldo. Parreira le retiró en el último minuto. A Ronaldo le sustituyó antes. No atraviesa un momento glorioso, pero no estuvo entre los siete peores de su equipo. Entró Robinho, que dio algo de picante al juego. Sin excesos, pero pimienta. Su último remate se estrelló en el palo y Fred aprovechó el rechace para cerrar la victoria. Algún despistado aplaudió y sacó del coma a los 66.000 espectadores que acudieron al estadio. Qué les pregunten por el jogo bonito.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.