Islas de leyenda sobre el Titicaca
Pueblos y ritos ancestrales en el lago que une Perú y Bolivia
Aclimatarse en la ciudad peruana de Puno y luego navegar visitando las islas del lago Titicaca es redescubrir leyendas y experimentar esa paz que sólo puede encontrarse en los Andes y cerca del cielo.
La leyenda
Poblados de junco que flotan, playas interiores de piedra y ruinas incas. Músicas y danzas en otra realidad. Viaje en el tiempo navegando sobre aguas silenciosas a casi 4.000 metros de altura.
En el principio fue la tierra sin agua. Sobre esta tierra no se conocía la muerte, ni la ambición o el odio, porque los apus (dioses de las montañas) velaban por los seres humanos que habitaban el profundo valle. Sólo una cosa estaba prohibida: subir a la cima de las montañas, donde ardía el Fuego Sagrado. Pero los espíritus malignos se las ingeniaron para sembrar la discordia e inducir a los habitantes de la tierra idílica a explorar las cimas. Cuando los hombres estaban llegando al Fuego Sagrado, los apus les salieron al paso encolerizados haciendo que todos los hombres fueran devorados por miles de pumas de las montañas. Viendo la carnicería, Inti, el dios del Sol, se puso a llorar, y sus lágrimas fueron un diluvio durante cuarenta días y cuarenta noches. Sólo una pareja humana, flotando sobre una barca de junco, llegó a ver el sol de un nuevo día, y no daban crédito al vasto horizonte que cerraba su vista: el profundo valle era ahora un lago que se perdía en la distancia, y lo que antaño fueron cimas se habían transformado en islas. En medio de las aguas, los pumas se habían convertido en estatuas de piedra. Llamaron entonces a aquel lago el Titicaca, que significa "el lago de los pumas de piedra".
Puno, la ciudad de los pasos lentos
Antes de posarnos sobre las permanentes aguas del lago es imprescindible andar en tierra firme: la ciudad peruana de Puno será el punto de partida idóneo. Allí se encuentra todo lo necesario para planificar la excursión a las islas del Titicaca: turismo vivencial, hostales, restaurantes y una nutrida oferta de artesanía. Pero vale la pena ocupar un par de días fatigando esta ciudad que se eleva a 3.860 metros sobre el nivel del mar, siempre cuidando de no ir demasiado rápido para evitar lo que los lugareños llaman soroche, o mal de altura: náuseas y jaquecas para quienes no comprenden que andar cerca del cielo implica calma sabia y un sosiego andino.
Tierra ancestral de quechuas, aimaras, uros, pacajes y puquinas, esta meseta fue cuna de una de las culturas prehispánicas más influyentes de los Andes: la cultura Tiawanaco, cuya capital se encontraba a escasos kilómetros de la frontera Perú-Bolivia. Hoy, Puno atesora el título de capital folclórica de Perú, pues conserva casi intactas las múltiples expresiones culturales del Altiplano.
Flotando en el silencio de las aguas
Para entrar en el lago navegable más alto del mundo no se requiere más que una respetuosa curiosidad y unos 30 soles (aproximadamente ocho euros) que cobra cualquiera de las agencias encargadas de guiar nuestro viaje en el tiempo. Nunca una frontera entre dos países ha sido tan mágica, pues las lágrimas del dios Inti que han nutrido el lago son la materia que mezcla las naciones de Perú y Bolivia, que comparten una superficie líquida de 8.490 kilómetros cuadrados.
Hoy vemos un total de 36 cimas que según la leyenda emergieron convertidas en islas. La isla Taquile, que mantiene intacto un modo de vida que se repite desde hace miles de años. La isla Amantaní, sembrada de enigmáticas ruinas incaicas. Y las islas del Sol y de la Luna, que brillan en territorio boliviano, famosas sobre todo porque se asegura que en la primera nació el primer inca, Manco Cápac.
Media hora después, un guía de sonrisa de sol nos ordena que pisemos la primera de las islas que no tiene nada que ver con eso que llamamos tierra firme. Sobre aquella breve superficie sigue transcurriendo la vida ancestral de muchas familias, y, sin embargo, la isla se mueve. Las islas de los indios uros flotan. Están hechas de totora, una especie de juncos que han sido trenzados y enmarañados por manos milenarias, por el peine frío del viento y por las caricias invisibles de las aguas. Del suelo se elevan, como un solo cuerpo vivo, los mismos juncos que son la isla formando las pequeñas tiendas de sus habitantes. El viajero encontrará gente sembrada, quieta sobre la isla oscilante, cuyas actividades son la paciente pesca y ofrecer una sonrisa amable y un arco iris de vasijas de cerámica que son idénticas a las de hace ocho siglos.
El siguiente puerto es la isla pétrea de Amantaní, un manto infinito de playas hechas de piedras redondas, donde el tiempo y los vientos no han podido fabricar arenas. Aquí, las familias acogen a varios visitantes y los introducen en su casas de adobe y techo bajo, donde se comen exquisitos platos vegetarianos. Antes de que anochezca, por si no fueran pocos los más de 3.000 metros de altura, hay que subir otros 200, para desde aquellas cimas donde habitan los apus observar que el dios del Sol de verdad existe cuando uno contempla la progresión de un crepúsculo sobre el infinito lago. Por la noche, velada en un local donde suenan instrumentos desconocidos que invitan al baile en grupo.
Al día siguiente se visita la isla de Taquile, que sin huir de la condición de un tiempo milenario ofrece calles empedradas por donde a veces circula un coche, se comen las más exquisitas truchas del lago, se imponen fachadas de laboriosa piedra sobre piedra, enclaves arqueológicos y un asedio de casas siempre abiertas ofertando tejidos, juguetes artesanales, dioses pequeños y cerámica muy antigua. El resto es abandonarse entre iglesias sincréticas, arcos milenarios para honrar al sol y moverse siempre despacio, porque nuestro cuerpo lleva sobre sus hombros la energía de ritos ancestrales. Si al viajero le agarra la noche en este país sin tiempo, en cualquiera de sus islas, notará que el lago suena con un oleaje parecido al del mar, pero con la sutileza de un tejido transparente.
Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970), es autor de la novela Las bestias (Lengua de Trapo, 2006)
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Capital: Lima.- Población: unos 27 millones de habitantes.- Prefijo telefónico: 00 51.Cómo llegar- La mayorista Nobeltours (www.nobel-tours.com) ofrece, desde 2.469 euros (más tasas y suplementos), paquetes de 14 y 15 días para recorrer Perú, pasando dos noches en Puno y visitando las islas flotantes de los uros. También puede visitarse la isla del Sol.El precio incluye billetes de avión, alojamiento, traslados y un guía.- La mayorista Catai (www.catai.es) ofrece, a partir de 2.618 euros (más tasas y suplementos), paquetesde 11, 15, 16 o 17 días con estancias de una o dos noches en Puno. Visitas a la isla Taquile y a las islas flotantes de los uros. También se puede pasar una noche en la isla del Sol o en casa de los lugareños de la isla Amantani. El precio incluye billetes de avión, alojamiento y guía.DormirPara dormir en cualquiera de las islas del lago basta con integrarse en un tour que ubique al visitante en casas familiares. En Puno:- Casona Plaza Hotel (513 656 14; www.casonaplazahotel.com). Arequipa, 655. Unos 45 euros la habitación doble.Información- Turismo de Perú. www.peru.info.- Embajada de Perú en España (914 31 42 42; www.embajadaperu.es).
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