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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los límites del saber

José Luis Pardo

El término aporía designa en griego antiguo una cuestión problemática que representa una dificultad que impide seguir adelante, una perplejidad que parece cerrar de antemano cualquier salida posible. En su aspecto formalizado se convierte en contradicción; cuando, al contrario, rechaza la formalización lógica y neutraliza la capacidad lingüística la denominamos paradoja; sus intentos de "superación" pueden dar lugar a las formas dialécticas de la ilusión metafísica, y los fracasos reiterados ante su inaccesibilidad pueden desencadenar el hastío filosófico del nihilismo. A ella se refería probablemente Nietzsche cuando decía que cualquier persona dotada tropieza en su desarrollo con ciertos puntos-límite de la periferia del pensamiento en donde " la lógica se enrosca sobre sí misma y acaba por morderse la cola", y que ello constituía también una forma de saber, esa que él designaba como conocimiento trágico.

ZENÓN DE ELEA

Giorgio Colli

Traducción de Miguel Morey

Sexto Piso. Madrid, 2006

196 páginas. 19 euros

En el modo en que nos han llegado la mayoría de las aporías de la Grecia clásica, es decir, en los textos de Platón y Aristóteles o de sus comentadores, casi todas ellas presentan la formulación que les dieron los sofistas durante los siglos V y IV antes de nuestra era, pero algunas de ellas, si no todas, tienen una historia mucho más antigua, y probablemente se remontan al periodo arcaico en el que hunde sus raíces esa tradición que hoy llamamos secamente "lógica". Ello explica el hecho de que, aun en su apariencia superficial o trivializada por el juego sofístico, y que hoy se nos presenta aún más banal tras dos mil quinientos años de lógica formalizada, los mencionados Platón y Aristóteles nunca dejaran de considerarlas como punto de partida de la investigación científica pues, al decir de Pierre Aubenque, son las responsables de ese asombro que ambos sitúan en el origen de la filosofía.

Giorgio Colli, que unió su

nombre a la edición crítica definitiva de las obras de Nietzsche, es también uno de los más grandes conocedores del pensamiento antiguo que ha tenido el siglo XX, y uno de los que más a fondo ha pensado precisamente sus aporías para extraer de ellas consecuencias relevantes (véase su Filosofía de la Expresión). Ya en su breve -pero decisivo- estudio El nacimiento de la filosofía, señalaba la necesidad de utilizar los textos canónicos de la lógica de la tradición clásica como un detector de aquella sabiduría griega abismada en los enigmas oraculares, en la cual el lógos no era aún un conjunto de reglas normativas para la construcción de razonamientos coherentes, sino un descubrimiento imprescindible ligado a la praxis de un saber en el cual la verdad y la vida eran indisolubles, y que muy pronto alcanzó a experimentar la terrible fuerza de la razón también en su dimensión autodestructiva y, como acabamos de evocar citando a Nietzsche, trágica; esa dimensión que la lógica ha ido perdiendo a lo largo de su historia, a medida que se amansaba convirtiéndose en un procedimiento técnico mecánicamente delegable y separable del mundo de la vida.

A este respecto resultan especialmente significativas las célebres aporías de Zenón de Elea, a cuyo estudio exhaustivo se dedicaron las lecciones hoy recogidas en este volumen a partir de las notas tomadas en clase por su antiguo discípulo Ernesto Berti. "Las aporías que suscitó están tan por encima de la banalidad y tienen una sutileza teórica tan sabia que no han podido ser superadas. Zenón enunció una posición final de la filosofía".

Se trata en estas lecciones de restaurar el nombre de Zenón más allá de su vinculación a la famosa dificultad de "Aquiles y la tortuga" y de otorgarle el elevado lugar que le corresponde en la historia de la lógica como descubridor de los principios de no-contradicción y del tercero excluido, cuestionando la imagen platónica que nos lo presenta como un "auxiliar" de Parménides, o la aristotélica que lo aproxima a los sofistas. Pero no es solamente la memoria de Zenón lo que resulta restituido en estas páginas, sino sobre todo las razones por las cuales, en el comienzo del pensamiento, es preciso apurar hasta el agotamiento ese fenómeno que para los pensadores griegos antiguos no dejó de ser al mismo tiempo un misterio y una evidencia: el movimiento (cómo pueden las cosas ser lo que no son o no ser lo que son, y cómo puede haber sobre ello un discurso sensato, cómo puede la locura del mundo compadecerse con las exigencias divinas de la razón). Se percibe así que el paso por estas aporías encierra el secreto del conocimiento filosófico de los límites del saber como un conocimiento positivo. Sólo tras esta ardua travesía llena de dificultades puede volver a ser cierto aquello que ya escribió Aristóteles, a saber, que "investigar sin recorrer las dificultades es como caminar sin saber adónde se va, exponiéndose incluso a no poder reconocer si en un momento dado se ha encontrado o no lo que se buscaba".

Busto de Parménides.
Busto de Parménides.CORBIS

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