Martha Arjona, escultora y ceramista
Presidió el Consejo del Patrimonio Cubano
La escultora y ceramista cubana Martha Arjona Pérez, presidenta del Consejo Nacional del Patrimonio Cultural Cubano y una de las figuras más importantes y polémicas de la cultura cubana de los últimos 50 años, falleció el 29 de mayo en La Habana. Antes, había ocupado cargos como los de directora nacional de Artes Plásticas y directora general de Museos y Monumentos.
Martha Arjona nació en La Habana hace 82 años. Se graduó en la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana en 1945; su innegable papel dentro de la generación puente de la vanguardia plástica cubana se verificó al convertirse en heredera de un trabajo paciente y de gran calidad en la cerámica artística de autor, continuadora virtual del trabajo de artistas como Amelia Peláez y René Portocarrero. También realizó con éxito grabados y esculturas dentro de un estilo sobrio, conceptual y geometrista. Muy joven aún, marchó a Madrid y París, donde vivió y se relacionó con los artistas latinoamericanos que vivían esos años de creación efervescente en la Europa de posguerra. Su contacto con el pintor Wilfredo Lam y el escultor Cárdenas la acercó a círculos importantes del arte parisino. Mantuvo muy buenas relaciones con los centros neurálgicos del arte europeo toda su vida, especialmente con España.
Martha Arjona jugó un papel importante tras la llegada al poder de la Revolución castrista, siendo la primera persona del ámbito intelectual a la que el Estado cubano comisionó la clasificación e inventario de los llamanos Bienes Culturales Nacionales, procedentes de las propias colecciones estatales y de lo requisado a particulares en aquellos años convulsos.
Celia Sánchez, mano derecha de Fidel Castro, fue quien encomendó a Arjona esta tarea, que ella asumió desde un estrecho despacho de la planta baja del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, su cuartel general durante más de tres décadas, hasta que trasladó sus oficinas al barrio del Vedado, donde se estableció con su equipo de arquitectos fieles, historiadores y proyectistas, con los que desarrolló un ingente trabajo perspectivo de protección del patrimonio cultural, diseño de museos y grandes exposiciones temáticas.
Poco amiga de las actuaciones publicitarias, Martha Arjona, odiada por muchos y respetada por casi todos, tiene en su haber la custodia y pervivencia de muchos elementos básicos del patrimonio cultural cubano. Severa y rigurosa, cultísima, honesta y dura como una roca, no permitió que, como había sucedido en otros países que habían pasado por procesos revolucionarios, ese patrimonio se desmembrara. Luchó contra el expolio de los políticos oportunistas y fue artífice de operaciones históricas como la clasificación y conservación de la pintura española de los siglos XVIII y XIX, entre las que se encontraban obras importantes de Goya, Madrazo y Sorolla; o el caso de la adquisición de la copia mecanografiada y anotada (que no un manuscrito, como se publicó erróneamente en su momento) de la obra El Público, de Federico García Lorca, en origen procedente de la colección particular de la familia de la poetisa Dulce María Loynaz del Castillo.
Ella fue la redactora principal de la ley 23, que comprometía a los municipios cubanos a tener sus propios museos de historia y cultura, lo que culminó en diciembre de 2004 en los actos por el 460º aniversario de la ciudad de Holguin, donde Arjona firmó la declaración de Monumento Nacional a la casa más antigua de la ciudad.
Trabajó más de 40 años con la Unesco en el programa mundial de Sitios Patrimonio de la Humanidad y estableció en Cuba la primera oficina y cátedra de Ciencia Museológica de América Latina. Entre sus libros, Patrimonio e identidad resume sus experiencias en este campo. Su poco numerosa obra de escultura y cerámica se exhibe en museos de Estados Unidos, Brasil, México y Cuba, entre otros países. Entre sus últimas actuaciones internacionales estuvo la polémica alrededor de la propiedad de los cuadros reclamados por la Fundación Cintas; en abril de 2003 redactó un duro documento que divulgó en todo el mundo sobre el saqueo del Museo de Bagdad. Era una enamorada de Venecia y donó al templo ortodoxo griego de La Habana su pozo medieval veneciano.
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