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Columna
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La mala

Elvira Lindo

Dichosos los que no han nacido en Madrid, dichosos los que no se sienten parte de la ciudad marrón atestada de intelectuales mesetarios y políticos españolistas. Dichosos los que no se sienten vinculados con esta capitalaza de estética franquista. Qué dichosos son, pero qué dichosos aquellos que no son de esta mole impersonal hacia la que no sienten la más mínima simpatía, dichosos porque tienen terruño, tierra o tradición con la que sentirse identificados y protegidos. Dichosos, digo, porque eso es poseer en la vida dos razones poderosas: la de defenderse y la de atacar. Dichosos porque han conseguido que una visión reduccionista de una ciudad inmensa sea dada por buena. Madrid, tan perezosa a la hora de reivindicar su noble historia de defensora de la República, tan ajena a la reivindicación de su identidad (que es la de haber sido hogar para tantas identidades) ha ido dejando que la campaña de imagen se la hicieran sus detractores y ahí está, hecha unos zorros, convertido su nombre en símbolo de reaccionarismo, símbolo del Estado. Y si las palabras tienen un contenido, la palabra Estado está gorda de rencor. Pero no quiero defender a Madrid, sería vulgar, sería imitar esa pasión estéril por el origen que está socavando la convivencia. También sería insincero, prefiero sentirme unida a los sitios a la manera borgiana, con aquello de "no nos une el amor sino el espanto será por eso que la quiero tanto". Entiendo, además, que es de buena educación aceptar las críticas a tu ciudad con la sonrisa puesta, algo que se puede aprender de la actitud que el neoyorquino suele adoptar cuando el advenedizo echa pestes de este monstruo urbano. Pero esa sonrisa, en nuestro caso, no puede ocultar el desasosiego que provoca la evidencia de que Madrid se ha convertido en el único objetivo. Mientras todas las demás llamadas "realidades nacionales del Estado" están protegidas por el escudo de sus reivindicaciones culturales y territoriales, Madrid queda en el centro, sola, representando lo peor del presente, enemiga del progreso, refractaria a esta nueva concepción del mundo. Es la mala frente a los buenos. ¿Ustedes dan por bueno este reparto de papeles?

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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