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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Juicio de intenciones permanente

Por tercera vez en un año, muchos miles de personas convocadas por la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT), con el apoyo expreso del Partido Popular (PP), se movilizaron ayer contra la política antiterrorista del Gobierno, y en particular contra la posibilidad de una negociación política con ETA en el marco del alto el fuego permanente anunciado por la banda hace dos meses y medio. A esa consigna se añadió esta vez la exigencia de investigación sobre la autoría de los atentados del 11-M. Este añadido, que parecía circunstancial en el momento en que fue incluido en la convocatoria, se convirtió sin embargo en uno de los temas centrales de los discursos y pancartas.

La autoría del 11-M está esclarecida por una larga investigación policial, judicial y parlamentaria; lo está en mayor medida que la mayoría de los grandes atentados islamistas perpetrados en los últimos años. Sólo personas con tendencias lunáticas o muy malintencionadas, que suponen que un atentado de tan trágicas consecuencias merece una autoría sorprendente y tremenda, llevan meses negando eso en nombre de teorías inverosímiles. La investigación de los atentados de Londres del pasado mes de julio ha demostrado que, efectivamente, células terroristas locales sin apenas medios económicos son capaces de organizar masacres impresionantes.

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Pero ayer se dijo desde la tribuna que presidía la concentración que no se puede asegurar que no hayan sido otros distintos a los identificados los verdaderos autores o instigadores de la matanza, y que por ello hay que comenzar de nuevo desde cero la investigación en esos tres niveles. Semejante afirmación carece de lógica la diga quien la diga, pero no es lo mismo que la sostenga el padre de una víctima de los trenes de la muerte a que sea respaldada, de palabra y por escrito, por personas con fuerte influencia social que carecen de esa condición y tienen motivos para conocer los resultados de la investigación. En este caso resulta gravemente irresponsable.

Esas personas llevan casi dos años sembrando imaginativas insidias sobre una gran conspiración de la que formaría parte ETA (esto para darse la razón retrospectivamente) y también los socialistas como beneficiarios finales de la conmoción del 11-M. En un panfleto distribuido estos días por la AVT se incluyen afirmaciones como que el suicidio de los autores en Leganés "nada tiene que ver con lo que nos contaron".

En su discurso de ayer, el presidente de la AVT, Francisco Alcaraz, sólo se refirió al 11-M de manera oblicua: insinuó que ETA chantajea al Gobierno con lo que sabe; pareció referirse a lo que ETA sabe sobre el 11-M, siguiendo la doctrina más fantástica de las que compiten en el mercado de los dislates. La obsesión de Alcaraz por el tema es antigua: a la salida de su entrevista con Zapatero, hace un año, emplazó al Gobierno a prolongar la comisión de investigación del 11-M bajo amenaza de convocar manifestaciones si no se le hacía caso. Sin embargo, más penoso que las obsesiones de Alcaraz es que un partido democrático y con experiencia de Gobierno como el PP sea incapaz de desmarcarse de esa demagogia infame; especialmente de tomar distancias con los influyentes sembradores de perfidias que ya van incluso contra aquellos de los suyos, como Ruiz-Gallardón, que no les obedecen.

Algo parecido cabe decir respecto al tema de la negociación. Puede entenderse que las víctimas vean con desconfianza ciertos movimientos destinados a convertir la derrota política de ETA en compromiso pactado de disolución de la banda. Pero es injustificable que un partido que conoce las dificultades del empeño opte por el trazo grueso y desbarre con afirmaciones como que el proyecto de Zapatero es el mismo de ETA o que el Gobierno ya ha pagado el precio político de legalizar a Batasuna y está dispuesto a pagar lo que ETA pida: esto sí que fortalece a los terroristas, convenciéndoles de que, efectivamente, si lo dice el PP, no debe de ser tan difícil obtener contrapartidas políticas como la autodeterminación o Navarra.

También les reconforta comprobar que la antigua movilización unitaria planteada en términos de "con las víctimas o con los verdugos" se ha transformado en una artificiosa alternativa de "con las víctimas o con el Gobierno". Esto puede ser consecuencia en parte de equivocaciones del propio Gobierno, pero lo es más todavía de la torpe magnificación que realiza el primer partido de la oposición. José Blanco ha esbozado recientemente sus disculpas por la falta de comunicación con Rajoy, y éste ha insinuado que pese a la ruptura de relaciones, acudiría si el presidente le convoca para hablar del asunto. En esto sí que habría que empezar desde cero, restableciendo el clima de confianza y situándolo a resguardo de episodios de recorrido y de zancadillas, que no faltarán, y que tendrá que resolver el Gobierno como mejor pueda. Aunque para que funcione deberá contar e informar al PP. Si hay un motivo que convocaría hoy a más manifestantes que los reunidos ayer en Madrid, lo es sin duda el deseo de que los dos grandes partidos establezcan una tregua en este asunto.

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