Fin de Feria
Hoy termina la Feria del Libro. En la lista de los más vendidos, de los más firmados, no estarán ninguno de los dos, o tres, libros que me han entretenido en los últimos días. Hay otros, pero quiero dosificar los entretenimientos. El primero es un clásico, una referencia para periodistas: Haciendo de República, de Julio Camba. Imprescindible para los que quieren escribir, para los que ya escriben y para esa clase llamada periodistas de raza. ¿Qué es un periodista de raza? La mejor respuesta la encuentro en el libelo pro y contra el periodismo que acaba de publicar Rodolfo Serrano: "... el periodista de raza suele tener detrás un pasado poco edificante del que casi nadie habla. Se le respeta y se le teme, a partes iguales". Así era, creo, Julio Camba. Era otras cosas, era un gran escritor, uno de esos que supo forjarse a sí mismo, que puso su inteligencia y su pluma al servicio de los que le mantuvieron. Pudo ser otras cosas, quiso ser otras cosas: embajador de la República, ministro plenipotenciario de lo mismo o de todo lo contrario. No lo consiguió con la República, tampoco con el franquismo. Camba, aventurero y superviviente, elegante solitario de hoteles de lujo, escritor del día siguiente, pícaro de altura que, después de haber fracasado en todos los oficios, decidió hacerse periodista, como Mark Twain. Vuelvo a leer este espléndido ejercicio de cinismo inteligente, ahora en una cuidada y completa edición en una colección dirigida por Catalina Luca de Tena que poco, casi nada, es sospechosa de veleidades republicanas. El que lo dude que se acerque a este libro que se publica para conmemorar a la contra el 75º aniversario de la llegada, advenimiento, proclamación o lo que fuera de la II. Como decían de Lola Flores en la prensa de Nueva York: "No canta, ni baila, no se la pierdan".
Otro de los libros de la Feria, otro para los interesados en la vigencia, historia o derrota de la República, se llama Memoria del futuro. 1931-2006. Un libro colectivo, escrito desde las antípodas del de Camba. Un libro de afirmación, nostalgia, reivindicación y acercamiento a una realidad que casi ninguno de los colaboradores conoció, pero que todos añoran y reivindican. Un libro emocional, escrito sin cinismo y con el mejor espíritu de la reivindicación y la utilidad. Los poemas humanamente republicanos de Ángel González, la memoria recuperada de Caballero Bonald -que sintió su republicanismo cuando repasa la nómina de poetas que le interesaban, que le interesan y todos eran republicanos en el exilio-, la sensación de la memoria robada de Maruja Torres y el resto de las colaboraciones hacen de este libro una inteligente y plural reivindicación de unos valores y unas realidades para no olvidar. Por el lado útil, la inclusión del texto completo de la Constitución de 1931. Busque, compare y recuerde. También se incorpora un CD con canciones republicanas, del chotis al corrido. Impagable corrido de Guty Cárdenas, todo un resumen histórico de la caída de la Monarquía y la llegada de la República. Un corrido deliciosamente naïf de este olvidado cantante mexicano que terminó muriendo en una balacera de cantina.
Dos libros que me hubiera encantado recomendar a doña Letizia Ortiz, la princesa lectora. Estuve cerca, me faltó poco, pero no estuve rápido. Quizá me hizo falta el apoyo republicano, relajado y libre de Rosa Regás, pero no estaba invitada a la comida alcalaína con los príncipes. La comida, bien; me tocó al lado del psicodélico y culto ex rector de esa universidad, Manuel Gala. Cuando los perfumistas y otras autoridades del pueblo de Cervantes y alrededores comunitarios nos dejaron aproximarnos a la pareja principesca, estaban deseando descansar antes de continuar sus paseos culturales, históricos e industriales por la ciudad de Azaña. Pasearon la ciudad, saludaron a los vecinos, también a los que reivindicaban su condición republicana. Muy hábil y cercano el príncipe Felipe, que supo tender la mano a los que contra ellos se manifestaban. ¿Contra ellos? Creo que no. Esa no era la cuestión, esa no es la cuestión. Pienso, deseo, que esos jóvenes ciudadanos que llevaban la bandera tricolor lo hacían desde la normal, democrática y justa reivindicación de una etapa que no fue lo que algunos se empeñan en reescribir. Al encuentro alcalaíno le faltó una parada, al menos una mirada más detenida. Al lado de la hermosa y falsa casa donde se supone que nació Cervantes, en la esquina de la calle de la Imagen y la calle Mayor, hay una casa de ladrillo en la que nació Manuel Azaña. No se visita, apenas se recuerda. Algunos no lo olvidamos. Merece una visita, aunque no fuera virgen, ni de Atocha.
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