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La fiscalía rusa acusa de varios delitos económicos a un español en el juicio contra ejecutivos de Yukos

Cerca de seis horas se demoró la fiscal en presentar los cargos contra los tres ex ejecutivos de empresas afiliadas a la acosada petrolera Yukos, entre los que se encuentra el ciudadano español Antonio Valdés García, de 34 años. El juicio contra este hijo de un niño de la guerra comenzó ayer en el Tribunal Basmanni, famoso porque en él se realizaron los procesos contra Yukos, cuyo antiguo dueño, el multimillonario Mijaíl Jodorkovski, cumple condena de ocho años en una cárcel cerca de la frontera con China por delitos económicos.

Precisamente este juicio, según los analistas, debe servir para presentar nuevas acusaciones contra Jodorkovski y su socio Platón Lébedev, que también se halla en un presidio en otra inhóspita región de Rusia. A pesar de que el proceso transcurre a puerta cerrada y que a la Embajada de España se le negó el permiso para que un representante suyo asistiera a la vista, el cónsul Ignacio Pérez Cambra fue al tribunal antes de que comenzara la sesión para ver con sus propios ojos en qué estado se encuentra Valdés García y tratar de entrar en contacto con su abogada, Tatiana Nózhkina.

El ex director de Fargoil llegó poco antes de las 10 de mañana en un coche del Ministerio del Interior, acompañado de dos hombres vestidos de civil, aparentemente policías que se ocupan de su protección. A diferencia de los otros dos directivos, que han sido encarcelados, Valdés García está en libertad vigilada y como medida cautelar se le ha prohibido abandonar el país. Esta diferencia también se hizo patente ayer, ya que el español entró por la puerta principal, y no por una trasera utilizada para los reos, por donde ingresaron los otros acusados esposados.

Valdés García, que ahora lleva barba y una melena ensortijada, vestía vaqueros, una cazadora ligera y zapatillas deportivas. Camina con ayuda de dos muletas, lo que seguramente es consecuencia del accidente no aclarado que sufrió en agosto pasado, cuando fue internado en una clínica con conmoción cerebral, las piernas rotas y sin dientes. En una carta a EL PAÍS dijo que sus heridas "fueron el resultado de imprudencia personal" y que eran de carácter doméstico.

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