"La barca no tenía gasolina ni víveres para llegar a Canarias"
La patrullera enviada a Mauritania devuelve tres embarcaciones a la costa, después de que 4.792 subsaharianos alcanzasen las islas en mayo
Cabo Blanco, en el límite entre Mauritania y el antiguo Sáhara español, es el embudo de los cayucos. Allí, a tiro de piedra de Nuadibú, donde las corrientes marinas abren la ruta hacia el Atlántico, vigila las aguas costeras la patrullera de la Guardia Civil Río Duero, recién llegada a Mauritania para impedir la salida de las embarcaciones. En tres días ha logrado interceptar y devolver a la costa tres, con lo que han frustrado el sueño de 188 subsaharianos. Aunque para 25 senegaleses, la captura les ha supuesto la misma vida. El cayuco fue localizado a la deriva, azotado por olas y vientos del norte. "No disponía ni de gasolina ni de víveres suficientes para alcanzar las islas Canarias", según el informe emitido por las radios de la patrullera. La corriente norecuatorial y los vientos alisios los habría hecho náufragos.
El cayuco de los senegaleses fue avistado a las 9.30 de Nuadibú del martes por la Gendarmería Nacional mauritana. Ésta informó de que dos horas antes habían detenido a otros senegaleses en tierra, que relataron que habían desembarcado para comparar víveres, agua y gasolina "con la intención de, una vez pertrechados, continuar hasta las islas Canarias". La patrullera zarpó a la carrera, con su tripulación, cuatro gendarmes y el oficial de enlace español.
La barca, de 23 metros de eslora y tres de manga, de color blanco y amarillo y profusamente decorado, fue localizada a mediodía a 4,5 millas de Cabo Blanco, "con muchas personas a bordo que presentaban signos de desfallecimiento". La mar levantaba olas de dos metros y el viento soplaba a 25 nudos. La patrullera botó su lancha auxiliar, gracias a la cual pudieron remolcar al cayuco y abarloarlo a la Río Duero. Los guardias rescataron a los senegaleses, una maniobra que resultó "complicada, por el estado de la mar y agravada por el desfallecimiento de la mayoría de los inmigrantes, que tuvieron que ser izados a la patrullera a peso muerto por la tripulación". Lo primero fue darles agua y comida.
Ya más tranquilos y a salvo, los 25 rescatados relataron que habían salido de San Louis (Senegal) 18 días antes, tras pagar 400.000 francos (unos 600 euros) por cabeza. Pero, tras quedarse casi sin agua ni gasolina, hicieron escala en Nuadibú. Contaron también que en principio habían zarpado 80 personas en el cayuco, pero que varios habían desembarcado para el avituallamiento. La mar había jugado con la barca hasta ponerla a la deriva, mientras los desembarcados se ocultaban en el llamado barrio senegalés (Cité Snim).
Los agentes comprobaron que el cayuco iba provisto de dos motores, uno de ellos de reserva, y que llevaba a bordo 10 bidones de combustible (de 200 litros cada uno), de los que sólo quedaba uno lleno. El informe relata que la embarcación también transportaba medio saco de carbón, una llanta para hacer de hornillo, utensilios de cocina y 15 chalecos salvavidas, uno para cada seis de los 80 pasajeros iniciales. Pero no había "ni agua potable a bordo ni comida" y la única ayuda para la navegación era una aguja magnética. Para los guardias quedó claro que no hubieran llegado a Canarias y que las corrientes, los vientos y las olas se los habrían tragado.
Seis horas después, la Río Duero interceptaba otro cayuco fondeado en Bahía Estrella, que esperaba el embarque de 70 subsaharianos que aguardaban en la playa. La barca iba a tope de material, agua y comida, y la guía era una aguja magnética en una caja de puros. Tres embarcaciones lleva ya apresadas la patrullera de la Guardia Civil, lo que ha impedido el viaje de 188 extranjeros, después de que sólo en mayo hayan llegado a Canarias 4.792 inmigrantes, más de la mitad de los que han arribado este año a las islas (8.949). Sólo a Tenerife, donde en años anteriores apenas llegaban pateras, han desembarcado en mayo un 9.907% más subsaharianos que en el mismo periodo de 2005. La clave es el Teide, el viejo Echeide (infierno) de los guanches, cuya cima pueden ver los patrones a 80 millas, como punto de fuga y guía al paraíso.
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