El presidente de Timor-Leste decreta medidas excepcionales para restablecer el orden
Gusmão invita al primer ministro a destituir a los titulares de Defensa e Interior
El presidente Xanana Gusmão recuperó ayer su carisma de líder independentista de Timor-Leste y reapareció para tratar de detener la aguda crisis institucional y de seguridad que vive la joven nación, enfrascada en un delirio de violencia que ha costado más de 30 vidas en un mes. El presidente asumió sus poderes constitucionales y decretó varias medidas excepcionales para restablecer la seguridad y el orden público. En difícil equilibrio, Gusmão invitó al primer ministro, Mari Alkatiri, a destituir a los titulares de Interior y Defensa y tomar las riendas del Ejército y la policía.
Tras oír durante día y medio al Consejo de Estado, el antiguo líder guerrillero se dirigió a la nación por radio y televisión en téton, la lengua oficial. Compareció en mangas de camisa, rodeado por seis policías armados con metralletas, y con tono solemne y muy pausado anunció las medidas excepcionales que deben ser garantizadas, dijo, por las tropas internacionales: prohibición de formar grupos, obligación de identificarse, vigilancia de edificios y personas, aprehensión de municiones, explosivos y armas, incluidas las blancas, que son la herramienta básica de trabajo de muchos de los 860.000 habitantes del país.
Entre las tareas que ordenó asumir el primer ministro se encuentra precisamente la coordinación de las fuerzas internacionales con el Ejército y la policía de Timor-Leste, nombre oficial lusófono del país surasiático.
Gusmão apeló al "desarme voluntario" de civiles, militares y policías ilegales", y justificó todas sus medidas en la necesidad de "detener la pérdida de vidas, dar ayuda humanitaria a los necesitados y garantizar que la actuación de las fuerzas internacionales se desarrolla sin perjuicio del orden jurídico y la soberanía nacional".
"Hemos evitado declarar el estado de sitio porque pone en cuestión algunas libertades", dijo Gusmão, para añadir: "Si el Parlamento lo estima oportuno, lo declararemos". La frase fue un guiño al partido del primer ministro, el Fretilin, que posee 55 de los 88 escaños y es crucial para emprender la reconciliación nacional y superar las delirantes disputas étnicas -entre los lorosae, del Este, y los loromonu, del Oeste- que vive hoy este país del tamaño de la provincia de Albacete.
Para el final, y cumpliendo escrupulosamente los términos de la Constitución, Gusmão dejó el esperado recado al discutido primer ministro: le aconsejó prescindir de los ministros claves en la crisis, Interior y Defensa, y convocar para hoy el Consejo de Defensa y Seguridad. La hábil decisión fuerza a Alkatiri a destituir antes del Consejo a los dos ministros, aunque anoche aún no parecía decidido a hacerlo.
Mari Alkatiri, de 59 años, considerado un hombre arrogante, poco comunicativo, muy ponderado y con paciencia de chino (demasiada, según piensan muchos ciudadanos de Timor-Leste), ha asistido, sin despeinarse, en el último mes a la deserción de medio Ejército, la desintegración de la policía, la muerte violenta de alrededor de 30 personas y la llegada del caos total y el odio tribal a las calles. Pero su poder es tan fuerte que aún sigue en el puesto, a pesar de que es notoria la oposición frontal de la Iglesia católica, de los gobernantes australianos y, más importante quizá, del ministro de Exteriores y premio Nobel de la Paz, José Ramos-Horta.
El jefe de la diplomacia timorense, que si todo va como se espera asumirá hoy también la cartera de Defensa, dijo anoche a este diario que la solución propuesta por Gusmão es creíble pero insuficiente: "Alkatiri debería haber asumido su responsabilidad y haberse formado un Gobierno de Unidad Nacional basado en la mayoría parlamentaria que ostenta su partido", dijo. Ramos-Horta puso algunas condiciones a su nombramiento: "Aunque es cierto que puedo ayudar a reconciliar al Ejército y la policía, no estoy interesado en la cartera de Defensa; puedo hacer lo mismo desde fuera, como premio Nobel. Espero que el primer ministro garantice que las elecciones de 2007 serán tuteladas por la ONU".
Entretanto, la ONU ha emprendido ya la investigación del asesinato ocurrido el pasado día 25 en Dili, cuando miembros del Ejército abrieron fuego a quemarropa contra un grupo de unos 80 policías desarmados que caminaban escoltados por un convoy de la policía de la ONU, que acababa de negociar su rendición con un comandante.
Investigación
A pesar de que Australia se ha ofrecido a investigar el crimen -que dejó 10 muertos y 27 heridos graves, entre ellos un filipino y un paquistaní de Unipol-, el jefe de la misión de la ONU en Timor-Leste, Sukehiro Hasegawa, ha exigido a Dili que esclarezca los detalles del suceso y ha ordenado a los oficiales de la ONU que salgan del país para garantizar su seguridad. Los dos, un alférez español de la Guardia Civil y un comandante brasileño, tienen previsto abandonar hoy Timor-Leste.
Un equipo de forenses e investigadores determinará la catalogación del suceso como crimen de guerra o crimen contra la humanidad (más probable dado que en Timor no hay guerra declarada). El convoy caminaba escoltado por coches de la ONU e identificado con banderas de la organización cuando fue tiroteado, a la luz del día y en pleno centro de Dili, a unos 200 metros de la comisaría donde los policías resistían el ataque con bombas y ametralladoras de los militares.
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