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¿Ni 'sí' ni 'no'?

Los partidos políticos que han intervenido en el vapuleo del Estatuto nos han dejado un panorama desorientador para que lo rematemos los ciudadanos con votos incomprensibles. Y nos dicen que acudamos a las urnas de manera aséptica, desapasionada, incluso patriótica, sin dejarnos influir por prejuicios ni por perspectivas políticas. La gestión del Estatuto ha sido impulsada con los estruendos electoralistas del PP, el PSOE, CiU y ERC, ante la indiferencia y los errores de gobierno del PSC. Y ahora piden que nos despoliticemos y votemos o no, sin tener en cuenta las consecuencias o las interferencias políticas de este voto. Ésa es la última trampa, el truco para evitar que el referéndum se convierta, como debiera, en un rapapolvo general a todos los líderes políticos de los dos gobiernos y de las dos oposiciones. Sería un buen argumento para despedirlos a todos y reiniciar el proceso desde cero. Pero la situación es tan compleja que no habrá ningún resultado que se pueda leer en este sentido. Y, puestos en este callejón, por lo menos, habría que encontrar alguna significación política al y al no. Pero los mismos partidos ya se han cuidado de crear la debida confusión para que ni el ni el no puedan asumir un significado claro o, por lo menos, puedan dar apoyo a las próximas políticas catalanas de gobierno. ¿Quién aprovechará después del referéndum una u otra victoria como material básico en las próximas elecciones autonómicas?

Una buena parte de la población apoyaría recomponer un tripartito bajo la coordinación -o el mando- de Maragall, a pesar de tantos errores en el proceso de descomposición

¿Quién va a utilizar un triunfo del no? ¿ERC o el PP? Es difícil saberlo, pero me temo que, por muchos esfuerzos que haga ERC, el PP rentabilizará el resultado, sobre todo ante esa España anticatalana, hipócritamente constitucionalista, unitaria, centralista y católica que interpreta la libertad y la plurinacionalidad como una ruptura sangrienta. Claro que ciertos sectores más serenos del PP también pueden rentabilizar un sí, según como se interpreten las estadísticas. Al fin y al cabo, el Estatuto que se ofrece al referéndum se debe en buena parte a la política y las presiones callejeras del PP. Es un éxito -aunque sea en sordina- del españolismo, si lo comparamos con la propuesta del Parlament.

¿Quién va a utilizar un triunfo del sí? No cabe duda: los autores reales o, mejor dicho, los que marcaron, según ellos mismos proclaman, los términos definitivos del pacto que cambió el texto del Parlament. Es decir, el PSOE y CiU, muy bien representados por sus líderes Zapatero y Mas, sin los cuales el texto sería otro, mejor o peor, pero consecuencia de una gestión unitaria y coherente de los cuatro partidos catalanes, una gestión que seguramente no se habría maculado con los intereses particulares de estos dos partidos en clave de elecciones generales y autonómicas. Como el PSOE no mantiene hoy -como consecuencia del proceso del Estatut- una fraternidad demasiado evidente con el núcleo catalanista del PSC, es decir, con Maragall, podemos pensar que las ventajas del serán bien aprovechadas por CiU que ya ha anunciado que en la misma campaña explicitará su programa político sobre la base de "su" Estatuto, quizá preparando, si fuese necesaria, una comunidad socioconvergente, bajo el auspicio de un texto que ambos partidos consideran propio y con la bendición de las fuerzas económicas empeñadas en desterrar la política catalanista de izquierdas.

Con todo ello se comprueba que no era cierta aquella opinión tan generalizada que consideraba ese momento político como un punto excepcionalmente favorable para el Estatuto. El hecho de haber gobiernos socialistas en Madrid y Barcelona no era un factor definitivamente positivo. Ha sido más importante el papel de unas oposiciones anómalas, resentidas y socialmente prepotentes: en Madrid, un PP al que se auguraba un triunfo espectacular antes del 11-M y en Barcelona, CiU que había ganado las elecciones y no había podido crear gobierno. Son dos circunstancias muy distintas que, no obstante, han justificado dos episodios igualmente anómalos: la crispación del PP contra el PSOE -o contra Zapatero- aplicada aleatoriamente al Estatuto y la prepotencia de CiU que alcanza la consideración de parte pactante por encima del tripartito e incluso por encima de Maragall. Y el PSOE aprovecha ambos episodios para arrancar algunas de sus etiquetas izquierdosas y catalanistas.

Además del y del no ¿quedan otras opciones políticas? Hay una buena parte de la población que apoyaría recomponer un tripartito bajo la coordinación -o el mando- de Maragall, a pesar de tantos errores en el proceso de descomposición. ¿Qué otra perspectiva tienen los posibles catalanistas de izquierda sino el retorno a una coalición en las próximas elecciones? Será difícil expresar esa posición -dentro de la evidente politización del referéndum- utilizando sólo el o el no. Habría la del voto nulo, el blanco, la abstención. Pero recomendarlas roza ya el chiste antidemocrático. Habrá que abandonar los contenidos políticos y acercarse, si es posible, a un voto apolítico, práctico, técnico. Un no radical, sino marcado por la duda y por la esperanza de que, como decía Xavier Rubert, el ensayo colectivo del nuevo texto nos incite no a la renuncia, sino a una nueva generación política y una cadena de reclamaciones colectivas hacia mayores grados de soberanía.

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Oriol Bohigas es arquitecto.

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