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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un legionario abominable

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El papa Benedicto XVI ha anunciado que el fundador de los llamados Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, un ciudadano mexicano que había creado un pequeño imperio sectario y ultramilitante de la Iglesia más involucionista, ha sido sancionado por la Santa Sede con la imposición de la renuncia "a todo ministerio público" y la obligación a llevar "una vida discreta de penitencia". Maciel ha sido acusado por decenas de antiguos alumnos, seminaristas y sacerdotes que estuvieron bajo su influencia, de haberles sometido a todo tipo de abusos y vejaciones sexuales de forma sistemática.

El escándalo del ejercicio de las perversiones del fundador de los Legionarios de Cristo y su impunidad durante décadas es uno más de los que han jalonado los últimos años de la Iglesia católica, especialmente en el continente norteamericano. El papa Juan Pablo II, que fue informado una y otra vez sobre estos casos, tenía obvias dificultades para afrontar con claridad y transparencia estos casos que tanto dañan a la Iglesia católica. Su sucesor, Benedicto XVI, parece algo más decidido a romper esta actitud vaticana. Ya advirtió el 25 de marzo de 2005 con alarma: "¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia, e incluso más entre aquellos que en el sacerdocio deberían pertenecer enteramente a Cristo!". Pero su decisión no deja de ser una componenda: ha dejado fuera de circulación a Maciel, pero interrumpe el proceso y, sobre todo, salva la obra del sacerdote procesado.

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La máxima transparencia y la acción de la justicia civil son las mejores formas para acabar con abusos de todo tipo, sexuales incluidos, en las asociaciones u organizaciones que someten a sus seguidores a la disciplina de la obediencia y del silencio.

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