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El Papa denuncia los intentos de falsificar la verdad cristiana

Benedicto XVI completa una agotadora jornada en Polonia, con actos en tres ciudade

El papa Benedicto XVI completó ayer, segundo día de su viaje a Polonia, una dura jornada de ceremonias y encuentros religiosos que le llevó de Varsovia a Czestochowa y de esta ciudad a Cracovia, que será su base de operaciones durante el resto de su estancia en este país. En la capital polaca, ante unas 300.000 personas, el Pontífice pidió a los polacos que "cultiven la rica herencia de la fe" sin dejarse arrastrar por quienes hoy, como en el pasado, "querrían falsificar la palabra de Cristo y arrancar al Evangelio las verdades".

"No debemos caer en la tentación del relativismo, ni en la interpretación subjetiva y selectiva de las Sagradas Escrituras", añadió.

La plaza de la Victoria de Varsovia no registró ayer el lleno de otras citas con Karol Wojtyla

Las palabras de Joseph Ratzinger parecían apuntar no sólo a los propagadores del pensamiento débil que domina Occidente, sino a la película El Código Da Vinci, basada en la novela del mismo título, un fenómeno editorial que trae de cabeza a la Iglesia desde hace meses. Es difícil saber el impacto que tendrá la intervención del Papa en esta contraofensiva.

Ayer, la plaza Pilsudski o de la Victoria (como era conocida en los años del régimen comunista), escenario de los principales actos institucionales y religiosos que ha vivido Varsovia en su historia reciente, no registró ayer el lleno rebosante de otras citas que tuvieron a Karol Wojtyla como protagonista, en junio de 1979 y 1999. Una lluvia molesta dificultó además los movimientos de la multitud que, pese a todo, se congregó en torno al gigantesco altar edificado en un costado de la plaza y dominado por una cruz plateada de 25 metros de altura.

Benedicto XVI, con casulla de un rojo luminoso adornada con pequeñas cruces griegas, dedicó su homilía al tema de la fe, que es el lema de su visita a Polonia, no sin aludir, de pasada, a la transformación que ha experimentado el país desde la caída del comunismo. "¿Cómo no dar gracias a Dios por todo lo ocurrido en vuestra patria y en el mundo durante el Pontificado de Juan Pablo II?", se preguntó el Papa. "Ante nuestros ojos han cambiado sistemas políticos, económicos y sociales. La gente, en diversos países, ha reconquistado la libertad y el sentido de la dignidad".

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Pero la posición conquistada no debe ser, a juicio de Joseph Ratzinger, una excusa para renunciar a la defensa de la fe cristiana, una vieja tradición de los polacos que se debaten ahora entre la tentación del más rancio integrismo y la total indiferencia religiosa. A los cientos de miles de personas que le escuchaban bajo los paraguas, el Papa les alertó de los peligros que acechan a la propia fe cristiana, asediada por quienes querrían "falsificar la palabra de Cristo y arrancar al Evangelio las verdades, a su juicio, demasiado incómodas para el hombre moderno. Se intenta dar la impresión de que todo es relativo: incluso las verdades de la fe dependerían de la situación histórica y de las valoraciones humanas. Pero la Iglesia no puede hacer callar al Espíritu de la Verdad".

Por la tarde, el Papa tuvo palabras de aliento para los sacerdotes, seminaristas y religiosos y religiosas que le esperaban en el monasterio de Jasna Gora, cerca de la ciudad de Czestochova, donde se custodia la imagen de la Virgen más famosa de Polonia. Benedicto XVI llegó en helicóptero al monasterio y tras rezar ante la Virgen, presidió la segunda ceremonia litúrgica del día, ante un público numeroso y entusiasta del que formaban parte muchos jóvenes de los nuevos movimientos de la Iglesia. El cielo seguía cubierto cuando Benedicto XVI se asomó, al final del día, al balcón de la residencia arzobispal de Cracovia, desde donde tantas veces saludó a sus compatriotas Juan Pablo II. El Papa repitió ayer ese gesto como un nuevo homenaje a Karol Wojtyla, ante la mirada complacida del que fuera su secretario y confidente durante 27 años, el actual cardenal de Cracovia Stanilaw Dziwisz.

Benedicto XVI saluda a los fieles durante su misa de ayer en Varsovia.
Benedicto XVI saluda a los fieles durante su misa de ayer en Varsovia.REUTERS

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