Ciencia, verso y prosa

La ecuación funciona. Ficción y realidad experimental pueden combinarse y alterar el producto. Valgan como ejemplo tres nombres que reiteradamente suenan en publicaciones científicas y también literarias. Entre tanto tubo de ensayo, lo único que conseguía distraer al biólogo Francisco García Olmedo durante años fueron las novelas. "Era la única forma de escaparme de un mundo bastante opresivo". Hoy, ya prácticamente retirado de la "acción científica" ha dado el salto a la literaria. Primero fue la poesía (sus libros editados en Huerga & Fierro, El mar congelado y Natura según Altroío, y la traducción de los versos del premio Nobel de Química Roald Hoffmann reunida en Catalista) y cuando encontró fuerzas, la novela, con Notas a Fritz (Tábula Rasa). "Pienso que si no escribes, no ordenas, no fijas las cosas y no acabas de entenderte. Lo que busco es dejar testimonio", afirma.

David Jou se ha mantenido fiel al verso. Este investigados y profesor de Física de la Universidad de Barcelona ha publicado cinco libros sobre su disciplina y cerca de 20 poemarios. Sus versos sobre ciencia, cine, religión, amor y tiempo quedaron reunidos en las antologías L'éxtasi iel càlcul y L'huracà sobre els mapes (Columna).

Germán Sierra también ha simultaneado la escritura con su vocación científica docente. Este profesor de Bioquímica y Neurociencia en la Universidad de Santiago de Compostela lleva publicadas las novelas El espacio aparentemente perdido, La felicidad no da el dinero y Efectos secundarios (Debate) además del libro de relatos Alto voltaje (Mondadori). Urbanas y posmodernas han recibido una excelente acogida por parte de la crítica.