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Tribuna:COYUNTURA ECONÓMICA
Tribuna
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Los elevados precios del petróleo y la economía española

Hace muchos años que los mercados de petróleo y sus derivados no han estado tan tensionados como ahora por el incesante aumento de su demanda y ello a pesar de que el precio se ha multiplicado por seis desde su nivel más bajo en 1999. Hoy en el mundo se consumen un poco más de 85 millones de barriles diarios (mbd), que representan, al precio actual, una factura de unos 6.400 millones de dólares diarios y de unos 2,33 billones de dólares al año, cerca del 6% del PIB mundial, cuando en 1999 dicha factura era sólo del 2%.

Para atender dicha demanda creciente (que en 2015 alcanzaría los 100 mbd, básicamente por el mayor consumo de los países en desarrollo) la oferta ociosa disponible apenas da para satisfacerla, ya que en estos momentos es inferior a dos mbd, dentro de la que Arabia Saudita representa 1,5 mbd (lo que sólo es un colchón del 2,2% de la demanda diaria) y las reservas estratégicas de EE UU están en los niveles más bajos de su historia (menos de 50.000 mbd cuando consume 21 mbd). De ahí que el mercado ya no pueda correr hoy el más mínimo riesgo de perder las exportaciones de cualquier productor, por pequeño o marginal que sea, por su potencial efecto multiplicador del precio. Es, por tanto, lógico observar cómo el poder de los pequeños países exportadores aumenta de forma desproporcionada, ya que cualquier problema o conflicto puede disparar al alza todavía más su precio actual.

España es uno de los países que menos ha reducido la dependencia petrolera en los últimos cuatro decenios
La experiencia demuestra que cada elevación de precios ha reducido la tasa de crecimiento

Además, no se sabe por cuanto tiempo podrán mantenerse las situaciones excepcionales que reducen la oferta disponible, tales como la de Irak, que produce la mitad de los 2,5 mbd que producía antes de la guerra, la de Nigeria que ha reducido un 20% su producción (unos 500.000 barriles día) o la de Venezuela, que con tres mbd todavía no ha recuperado totalmente su nivel de producción de hace cinco años. Además, varios países exportadores pequeños, que conjuntamente representan una producción de cuatro mbd, están ya enfrentando riesgos políticos que podrían reducir su producción o la participación de la inversión extranjera en su producción y desencadenar otra crisis añadida.

Pues bien, paradójicamente, ni la multiplicación del precio en tan corto periodo de tiempo, ni la inestabilidad actual de su oferta, ni las incertidumbres políticas crecientes parecen haber tenido un efecto negativo en la economía mundial.

La experiencia demuestra que cada fuerte elevación de los precios ha reducido la tasa de crecimiento y ha aumentado la de inflación de los países importadores netos, ya que tiene un efecto similar al de un impuesto a su importación y a su consumo. Por un lado, empeora su balanza comercial, su balanza por cuenta corriente y su posición externa neta y, por otro, aumenta sus precios internos, reduciendo la renta disponible de sus familias y la rentabilidad de sus empresas y, por tanto, su demanda interna de consumo e inversión.

El FMI calcula que por cada aumento del barril de crudo de 10 dólares, el crecimiento mundial se reduce, al año siguiente, 0,3 puntos porcentuales y la inflación mundial aumenta 0,25 puntos. Como ha aumentado en más de 50 dólares en los últimos seis años, tendría que haber tenido un impacto negativo importante. Sin embargo y a pesar del aumento, en 2005, la tasa de crecimiento mundial ha sido elevada, por encima de su potencial (un 4,8%), la inflación mundial se ha mantenido controlada (4%) y la mayoría de los países siguen prosperando y consumiendo más petróleo que nunca.

¿Cuáles son las causas de esta aparente paradoja? En primer lugar, este rápido incremento del precio ha estado determinado fundamentalmente por la mayor demanda derivada de una tasa de crecimiento más elevada en la gran mayoría de los países que por la caída de su oferta. Ahora bien, aunque hasta ahora la oferta disponible ha conseguido seguir a la demanda, ahora está casi al límite, con lo que cualquier disrupción de la oferta puede provocar un choque de oferta con consecuencias mucho más graves para el crecimiento y la inflación de los países importadores.

En segundo lugar, las políticas monetarias han sido muy expansivas. La ausencia de efectos de segunda ronda sobre los salarios, al mantener los sindicatos moderación en sus demandas, y unas expectativas de inflación bien ancladas han evitado que los altos precios del petróleo hayan afectado a la inflación subyacente y esto ha permitido a los bancos centrales no tener que subir sus tipos de interés, con lo que el consumo y la inversión han mantenido un crecimiento sostenido. Sin embargo, ahora la Reserva Federal ha pasado del 1% al 5% y el BCE tiene previsto que los suba al 3% antes de final de año y puede que estas subidas muy pronto empiecen a afectar a ambas variables.

En tercer lugar, la creciente factura del petróleo importado, se ha visto reducida, al menos en la zona euro (ZE), por una apreciación paulatina del euro frente al dólar y se ha podido financiar, en parte, por unas crecientes exportaciones a los países productores. Ahora, el reciente aumento de los precios es más rápido que la apreciación del euro y los países productores aumentan sus importaciones de bienes y servicios a menor ritmo.

En este contexto crecientemente incierto e inestable, la situación española preocupa especialmente. España es uno de los países de la OCDE más dependientes y más vulnerables al precio del petróleo, ya que importa casi la totalidad de su consumo, y es además uno de los que menos ha reducido la dependencia petrolera en los últimos cuatro decenios. En 1973, justo antes de la primera crisis del petróleo, consumía 138,7 toneladas por cada millón de dólares de PIB. En 1990, redujo su dependencia a 110,5 toneladas, pero a partir de 1994 empezó a aumentar y en 2004 alcanzó 118,4 toneladas.

Es decir, España ha tomado 31 años para aumentar su eficiencia energética petrolífera sólo un 14,7%, mientras Francia la ha reducido un 63,5% y Alemania, un 60%, ambos países con menos vulnerabilidad energética. La reducción media de la intensidad en los países de la OCDE ha sido del 45% y en la economía mundial, del 38%, tres veces y dos veces y media superiores a la de España.

Esta menor reducción de la dependencia podría explicarse por dos factores: el primero, porque el PIB por habitante español ha crecido más deprisa que el del promedio de los países de la OCDE. Sin embargo, hoy consume tanto petróleo por unidad de PIB como Alemania que tiene un PIB por habitante un 25% mayor. El segundo, porque la especialización productiva española es más intensiva en petróleo que las de otros países similares. Existe un peso relativo más elevado del cemento y de la construcción, del transporte por carretera, de turistas y visitantes y del parque automovilístico, que ha crecido más deprisa en la última década. Todo ello justifica en parte que la factura petrolera española alcance ya el 1,9% del PIB frente a sólo 1% en el conjunto de la ZE.

Ante este punto de partida y de cara a los próximos meses caben dos escenarios posibles. En el primero, se mantiene el elevado precio actual hasta finales de 2007, que el FMI considera como más probable. No se ha medido su posible impacto en la economía española, pero sí en la ZE. Si el precio del petróleo se mantiene en 70 dólares, y el euro se aprecia hasta 1,30 dólares, el barril pasaría de los 57 euros actuales a unos 53 euros en 2007 (frente a los 29 euros de promedio entre 2000 y 2004), la factura petrolera aumentaría un 0,5% del PIB de la ZE en 2006 y 2007, y, en consecuencia, el crecimiento del PIB se podría llegar a reducir un 0,4% cada año y la inflación podría llegar a aumentar un 0,35% también cada año.

Este cálculo no tiene en cuenta posibles efectos de segunda ronda sobre los salarios, sino sólo la reducción del poder de compra de las familias, así como de los márgenes de beneficios y de la inversión de los sectores más intensivos en uso de petróleo. España, cuya factura de importación de crudo es casi el doble de la ZE, en términos de PIB, y el nivel existente de impuestos en su precio está en la banda alta de la ZE, el doble impacto podría llegar a ser mucho mayor.

En el segundo, hay una disrupción de la oferta a mediados de 2006 y los precios del petróleo llegan a 100 dólares, es decir, sufren un aumento similar al del conjunto de los dos últimos años. En el caso de la ZE, el crecimiento conjunto entre la mitad de 2006 y todo 2007, podría caer un punto porcentual y la inflación aumentar un 1,5%, con lo que el índice de inflación armonizada podría llegar al 3,5%. Ante esta situación el BCE podría verse obligado a elevar con mayor rapidez sus tipos de intervención por encima de lo previsto, para dar una señal clara de no estar dispuesto a que la inflación supere sus objetivos, pero que podría afectar al crecimiento.

En el caso de España, dado que la inflación sería de al menos un punto porcentual mayor que la media de la ZE, los tipos de interés real se mantendrían a un nivel razonable y el crecimiento estaría menos afectado. Sin embargo, una inflación del 4,5% podría iniciar una espiral, al reaccionar los salarios y los márgenes empresariales, resultando una mayor pérdida de competitividad lo que al final afectaría a su tasa de crecimiento, a través de una contribución más negativa del sector exterior al crecimiento.

Guillermo de la Dehesa es presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research.

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