_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vaticanadas

A fuerza de sumar espectadores de sus fastos, el Vaticano ha acabado por creerse su propia publicidad; es decir, que miles de millones de seres humanos siguen su retrógrada doctrina (la del Vaticano, digo: dejemos a Cristo en paz) con venda en los ojos y tapones en las orejas. Pues no. No sólo lo del no sé qué de Da Vinci va viento en popa desde que fue incluido entre las prohibiciones del Deuteronomio (junto con no folgar con la cabra del vecino), sino que a bastantes italianas (e italianos, espero) no les cabe en el intelecto que L'Osservatore Romano (órgano vaticano, pero órgano tipo tipográfico, no tipo miembro corporal) haya puesto el grito en lo alto porque la ministra de Sanidad ha anunciado su buena predisposición a que los hospitales usen la píldora abortiva, y a que las parturientas disfruten de -lo pongo entre signos de admiración por lo escandaloso que me parece que hasta ahora no dispongan de dicho paliativo- ¡anestesia epidural gratuita en los hospitales públicos! O sea, que esos patriarconazos no sólo se inmiscuyen en la reproducción, o no, privada o pública; es que también se entrometen en la compasión y el derecho a sufrir lo menos posible. Las embarazadas, nada de abortar. Y las que no abortan, sino que dan a luz, nada de no sufrir. Jódanse las unas y las otras, amén.

Entretanto, mira tú ellos. Qué de anchos y de mudos se quedaron, después de que Bene-Bene-Benedicto (lo digo por su piedad: tres veces bien) llegara por fin a la conclusión de convencer al fundador mexicano de los Legionarios de Cristo de que, a sus 86 años, estaba ya muy mayor para seguir ejerciendo la pederastia entre la mancebía de sus seminarios. Resulta notable que el actual Papa, cuando actuaba de Vigilante de la Playa de la Fe, se lo montara siempre tan rápido para descubrir y repeler a cuanto teólogo de la liberación se le pusiera por delante. Pero ya ven, uno puede prácticamente caminar hasta el asilo con su pederastia.

Los Legionarios (imagino la jeta de más de uno de por acá) se han tomado el asunto con total serenidad y con calma. A ver: si el castigo tarda más de medio siglo, ¿te vas luego a estresar? ¿O es que, a las víctimas, les repartieron la epidural episcopal?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_