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Reportaje:

¿Un nuevo país en Europa?

Después de 13 años sin cambios de fronteras, el referéndum de hoy en Montenegro puede incorporar un nuevo Estado al mapa

Podgorica ha sido siempre una remota ciudad de provincias. Primero de Montenegro, que cuando fue independiente (hasta 1918) tenía Cetinje como capital. Y después, sucesivamente, del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, de Yugoslavia y de Serbia y Montenegro. Pero si los montenegrinos que van a votar hoy en el referéndum de independencia optan al menos en un 55% por la secesión, esta ciudad de 180.000 habitantes se convertirá en capital de un nuevo Estado independiente.

El mapa de Europa lleva 13 años sin cambios. La última vez que se alteró fue en la separación amistosa entre la República Checa y Eslovaquia. Los divorcios en los Balcanes, en cambio, han sido casi siempre traumáticos. Esta vez la comunidad internacional supervisa el proceso de lo que podría considerarse el último capítulo de la desintegración de Yugoslavia.

El hipotético nuevo Estado difícilmente alterará la geopolítica: contaría con 670.000 habitantes y 13.812 kilómetros cuadrados. Similar a Chipre (9.250 kilómetros cuadrados, 784.000 habitantes) y a Navarra (10.391 kilómetros y 556.000 habitantes). Corren chistes serbios que se mofan de la fuerza de una nación tan pequeña. Pero el tamaño es una de las claves de la campaña independentista. "En Europa no hay ningún Estado pequeño pobre", dice Misko Vukovic, el influyente coordinador del Gobierno. "Con el maravilloso país que tenemos, en poco tiempo nos convertiremos en un segundo Mónaco gracias al turismo", añade.

Los independentistas han resucitado muchas tradiciones, pero apelan básicamente a la cartera. La ecuación es sencilla: separarse de Serbia, con sus problemas por no entregar al tribunal de La Haya al criminal de guerra Ratko Mladic, acelerará el ingreso de Montenegro en la UE. Y como son pocos, el maná dará para todos.

Los partidarios de mantener la unión con Serbia juzgan catastrófico este programa. "Todo gira alrededor de Serbia y perderíamos los únicos turistas reales que tenemos: los serbios", opina Pedrag Popovic, del Bloque por la Unión. "El único objetivo del Gobierno es constituir un Estado privado y criminal", añade.Los organismos internacionales se han situado un poco en medio: un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico destaca el potencial turístico, que representa un 8,5% del PIB y que en 2015 podría situarse en el 21%. Pero también subraya su falta de competitividad. Y otro informe reciente, de la UE, elogia ciertas reformas, pero advierte de que el ambiente tiende "a la corrupción y el nepotismo" y lamenta la falta de determinación en investigar las actividades ilícitas.

"Ya hemos demostrado que sin Serbia la economía mejora", asegura el presidente, Filip Vujanovic. La economía ya es en la práctica independiente: funciona con el euro y no con el dinar, la inflación lleva años por debajo del 3% cuando en Belgrado se sitúa en torno al 15% y el paro ronda el 20%, 10 puntos menos que en Serbia.

El mayor problema es el fantasma de la inestabilidad. El país reúne la mezcla que tan explosiva resultó ser para Yugoslavia: el 43% se define como montenegrino; el 32% se considera serbio; el 7,7%, bosnio; el 5%, albanés; el 4%, musulmán, y el 1%, croata, aunque sólo los serbios se muestran en bloque contrarios a la independencia.

Dos montenegrinos despliegan la bandera serbia en el tren en el que ayer viajaban hacia su país.
Dos montenegrinos despliegan la bandera serbia en el tren en el que ayer viajaban hacia su país.REUTERS

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