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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La espada sobre las cabezas

La colline fue la última novela publicada antes de la caída del régimen de Sadam Husein, el 9 de abril de 2003. Su autor, Suhel Sami Nader, un brillante crítico de arte iraquí, la entregó para su impresión en febrero, tras reescribirla durante 10 años. La novela fue editada unos días antes del inicio de la guerra, el 20 de marzo. En el momento de su publicación, a Bagdad y a las demás ciudades de Irak les preocupaban cosas distintas a la literatura. Lo que estaba en juego era, para lo más ínfimo, consolidar las fortificaciones hacia lo más importante, vivir el último día de una existencia que, para todos los iraquíes, parecía tener que acabarse bajo los violentos bombardeos estadounidenses.

Nadie había leído la novela, salvo un amigo suyo y su mujer, que la habían analizado para evitar la censura

Nadie había leído la novela, salvo un amigo del escritor y su mujer, que la habían analizado, capítulo a capítulo, realizando algunos retoques, para evitar el ojo de la censura. Esto se desarrolló a lo largo de 10 años, el tiempo de escribir y reescribir esta novela. En el momento de su publicación, el libro pasó inadvertido entre los amigos, lectores o críticos. Todo el mundo vivía sumido en la angustia y en la espera de una guerra que se anunciaba en las horas siguientes. En definitiva, fue la novela de la mala hora por excelencia.

Cuando regresé a Bagdad, tras 20 años de ausencia, me reuní con Suhel Sami Nader, que había envejecido mucho: tenía entonces 63 años. En una galería, sobre un césped regado y protegido del sol por las ramas de una palmera, Suhel me dio un ejemplar de su novela, en la que escribió una dedicatoria amistosa pero un tanto distante. En realidad, ya no nos conocíamos desde nuestra separación en 1976. Nunca nos habíamos escrito, ni nos habíamos vuelto a ver. No sabía que él, el crítico de arte más brillante de los años setenta, tenía potencial de novelista. Cogí su libro y lo hojeé con atención y mucha cortesía. Estaba mal impreso. La calidad del papel era mediocre, la portada roja y negra, que no significaba nada, le daba un valor a medio camino entre el libro y el manuscrito, surgido de otra época. De todos modos, nada en este libro me incitaba a leerlo, a mí, que ya me había acostumbrado a la elegancia de los libros europeos e incluso a los libros en árabe impresos en Beirut y en El Cairo.

Durante esa tarde, Suhel Sami Nader me contó en unas horas la segunda mitad de su vida que no conocía, narrada de forma alegórica en su novela. El crítico de arte se había transformado, a la fuerza y bajo la amenaza, en redactor de artículos que trataban del valor pictórico de cuadros con la efigie del tirano, realizados por artistas, a su vez obligados. "Tenía que escribir estupideces que hablaban de la belleza de la guerra en el frente iraní, y eso duró ocho años. ¿Cuántas veces saqué la lengua a la vez que espurreaba saliva, como si respondiese en ese mismo momento a esos textos lamentables? Uno no puede despreciar más sus propios escritos".

La apariencia de Suhel, al que había conocido 30 años antes, había cambiado mucho. Se había convertido casi en un viejo, casi sin elegancia, y sufría espasmos. Se olvidaba sin parar de pequeñas cosas. Ya no era el pequeño burgués de antaño, el izquierdista orgulloso de tener un padre musulmán de Basora, uno de los fundadores del partido comunista, a mediados de los años treinta. Su madre era judía, también comunista, y había sido encarcelada más de una vez. Esto se remontaba a unos años lejanos, cuando la "comodidad" de los prisioneros políticos les permitía realizar huelgas de hambre ¡para obtener la ampliación de la biblioteca de la cárcel! Después de este encuentro, volví a ver a Suhel varias veces en Bagdad, y el tema de nuestra amistad recobrada se convirtió en su novela. Nos volvimos a conocer a través de La colina. En una ocasión, trató de contarme la historia de su novela, pero me negué. Me dijo, con su mirada de perro apaleado: "Debes leerla algún día, es una novela para el futuro, casi un testamento. ¿Sabes?, después de lo que ocurrió, me volví insomne y decidí escribir mi testamento para los amigos que iban a volver del exilio. Tenía miedo de morir y de que los amigos encontrasen más tarde esos artículos escritos durante la guerra. Esta novela es mi historia y pensaba que los amigos iban a redescubrirla años después de mi muerte. Pero los estadounidenses cambiaron todos mis planes, llegaron antes de lo previsto. Y ahora mis amigos pueden leer una novela testamento estando yo aún con vida". Me fui de Bagdad sin haber visto a mi amigo reír ni una sola vez.

En su conjunto, la novela narra la historia de una excavación arqueológica en algún lugar de Irak. Un equipo de arqueólogos tiene la misión de encontrar algunos indicios que se remontan a la época de los abasíes. En vez de encontrar esos indicios, uno de los arqueólogos, que es además el narrador, descubre un manuscrito cuidadosamente oculto en un agujero de una pared. El manuscrito tiene una tapa de cuero que disimula el título original. Se trata de un libro famoso del escritor iraquí del siglo X conocido por el nombre de Al Jahed, y el manuscrito es el célebre Al Bayyan Wa Al tabbin. Pero el contenido del manuscrito resulta ser diferente del texto que se conoce actualmente. De hecho, el documento encontrado narra el horror que sufrió un escritor durante esta época. La frase "la espada sobre las cabezas" se repite con regularidad en cada capítulo. Al final del libro, el autor expresa un último deseo: "Seremos felices si algún día usted descubre este libro; préstelo a sus amigos y comente las palabras extrañas y macabras que encierra". El manuscrito se convierte en un problema para el equipo de arqueólogos. Al final, todos los miembros del equipo deciden enterrar el manuscrito, con el pretexto de que es inútil leerlo. El narrador arqueólogo confiesa que este texto ha llegado con mil años de retraso.

Cuando terminé la novela, pensé en el esfuerzo, tal vez perdido, de mi amigo el novelista iraquí Suhel Sami Nader, que había reescrito su libro durante 10 años para evitar la muerte y el severo castigo de la censura, convirtiendo a su mujer y a su amigo en los verdaderos censores. La novela ha llegado a los lectores mil años antes de lo que preveía el narrador. Y, como lector, la prestaré a muchos amigos para que sepan cómo la espada colgó sobre las cabezas de los escritores en Irak durante un cuarto de siglo.

Traducción de News Clips. Jabbar Yassin Hussin es escritor iraquí, autor de El lector de Bagdad (Siruela).

FERNANDO VICENTE
FERNANDO VICENTE

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