Electricidad a contracorriente

Una interpretación tentadora sobre Energía y poder es que se trata de un libro construido con entusiasmo contra los tópicos neoliberales. Como pretexto aparece la marea privatizadora de los servicios eléctricos en todo el mundo; pero cosas parecidas podrían decirse de otros mercados y actividades, incitados a privatizaciones que se hacen pasar fraudulentamente por liberalizaciones, cuyos efectos beneficiosos no han comparecido hasta el momento para hacer la vida más fácil a los consumidores, grandes o pequeños.

Si se sigue esta interpretación, más genérica que la que atañe a las desregulaciones exclusivamente eléctricas, hay que analizar necesariamente los supuestos beneficios para la economía de las privatizaciones de empresas. Beder, a título de ejemplo, recoge siete -ingresos para el Estado, más inversión para la industria, menos peso del Gobierno en la economía, mayor participación accionarial, más eficiencia, más competencia y sujeción de las empresas a la disciplina del mercado- y se dedica a refutarlas. Las obvias son irrefutables, pero también triviales -mayor presencia accionarial-; otras son discutibles -el Estado obtiene mayores ingresos en una sola vez, pero resulta difícil saber cuál es el balance final, puesto que nunca se calcula cuánto deja de percibir en rentas y dividendos-; y las que podrían ser decisivas son simplemente hipótesis de trabajo. Beder, para las eléctricas, afirma que "hay pocas pruebas de que las empresas eléctricas de la iniciativa privada sean más eficientes que las públicas". Pues bien, la experiencia española, de extrapolarse, demostraría más bien todo lo contrario. Las Endesa, Repsol o Telefónica privatizadas son descaradamente más ineficientes que las públicas, han estado y están peor gestionadas y tampoco puede decirse que sus productos sean más baratos -en términos relativos- que cuando se producían bajo la dirección de gestores públicos, como probablemente estén dispuestos a asegurar los consumidores, grandes o pequeños. Para los kilovatios, Beder tiene la sagacidad de explicar que las contadas rebajas de precios no tuvieron por causa la mayor o menos eficiencia, sino la reducción de los costes exteriores; cita "el combustible", pero la explicación sirve también para el caso español, cambiando combustible por tipos de interés.

Pero como Energía y poder no es un ensayo sino un libro de investigación, la mayor parte de extensión -700 páginas- se gasta en recorrer metódicamente la privatización de los servicios eléctricos en EE UU, Reino Unido, Australia y Asia, con descripciones puntillistas de las presiones para desregular los mercados, las leyes que hicieron posibles las privatizaciones y, cómo no, las tropelías cometidas en este proceso. Que no fueron pocas.

Es un libro recomendable, porque conviene tener disponibles argumentos a contracorriente. El discurso neoliberal se ha manifestado exclusivamente en forma de trivialidades esquemáticas, que curiosamente nunca han estado respaldadas por los hechos. Las que sirvieron para privatizar la electricidad quedan perfectamente retratadas por Beder.