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La violencia entre chiíes y suníes en Bagdad causa un millar de muertos en abril

La popularidad de Bush en EE UU cae al 31%, la cota más baja desde la intervención en Irak

Irak padece dos violencias simultáneas, la insurgente (ayer murieron 15 personas en diversos atentados) y el enfrentamiento que mantienen milicias chiíes y suníes desde el 22 de febrero, tras el atentado contra la mezquita dorada de Samarra, de culto chií (ayer se descubrieron en la capital otros 30 cuerpos con señales de haber sido torturados antes de morir). El presidente iraquí, el kurdo Yalal Talabani, informó ayer de que 1.091 personas perdieron la vida en abril, sólo en Bagdad, es decir, más de treinta al día. Y se refiere sólo a la violencia sectaria, no a la insurgencia.

"Estamos conmocionados, entristecidos y furiosos por los descubrimientos diarios de cuerpos de personas que han sido asesinadas por su identidad", dijo Talabani. "Si se añaden los cuerpos aún no hallados y los crímenes cometidos en provincias, el número de víctimas de la violencia alcanzará una cifra preocupante", añadió.

La insurgencia, en su mayoría suní trufada de elementos extranjeros como Abu Musab al Zarqaui y apoyada por ex sadamistas, ha tratado de enfrentar a ambas comunidades y provocar una guerra civil. Han sido numerosos los atentados contra mezquitas y líderes chiíes.

Guerra civil larvada

Talabani dijo también que "los coches bomba eran menos peligrosos" que esta violencia sectaria. Algunos como el ex primer ministro Ayad Alaui, el político iraquí preferido por Washington, no dudan en calificar lo que está ocurriendo de guerra civil más menos larvada, algo que rechaza la Casa Blanca.

Hace unos días, Talabani aseguró que tanto él como funcionarios estadounidenses habían mantenido contactos con un sector de la insurgencia y cifró en siete los grupos que podrían dejar las armas. Se trata, según él, de insurgentes iraquíes que luchan contra la presencia extranjera. A estas dos violencias se une una tercera que apenas llega a los titulares de prensa: la de la delincuencia común, que aprovecha el caos para su negocio. Son, por ejemplo, numerosos los secuestros económicos en Irak.

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Toda esta situación, más el goteo de soldados estadounidenses muertos (son ya cerca de 2.500 desde el inicio de la invasión en marzo de 2003, aunque ahora apenas patrullan), dibuja un fracaso político y militar de grandes proporciones negado también por la Casa Blanca y el Pentágono, pero que percibe la mayoría de los norteamericanos. Según una encuesta del diario The New York Times y la cadena de televisión CBS, hecha pública ayer, sólo el 39% de los preguntados sostiene que fue una buena idea atacar a Irak frente al 47% de enero. Dos tercios de los encuestados tienen poca o ninguna confianza en que el presidente sea capaz de acabar con la guerra de Irak.

Las cifras del sondeo son preocupantes para George W. Bush en casi todos los capítulos. Su aprobación es del 31%, empatando con su padre, que en julio de 1992 tenía la misma antes de perder las elecciones con Bill Clinton. Es la tercera nota más baja de un presidente en los últimos 50 años, sólo superado por un Richard Nixon empantanado en el Watergate y un Jimmy Carter sumido en la crisis de los rehenes en Irán. En noviembre hay elecciones legislativas en EE UU: se renueva un tercio del Senado y la Cámara de Representantes.

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