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Dos pasos adelante y uno atrás

El conflicto entre la comunidad internacional e Irán a propósito de los planes nucleares de Teherán estalló en 2002, cuando informaciones de la oposición al régimen de los ayatolás, verificadas por EE UU y confirmadas posteriormente por el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), probaron que el Gobierno iraní había desarrollado en secreto durante 18 años un programa atómico.

Durante dos décadas, Irán había intentado adquirir en el mercado negro internacional desde uranio natural hasta diversos componentes para fabricar material fisible y había comenzado la construcción de instalaciones atómicas en distintas zonas del país a espaldas del control del OIEA.

El descubrimiento abrió una crisis de confianza entre la comunidad internacional e Irán -uno de los más de 180 países que han firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) desde los años setenta- y mereció la condena de la ONU.

El Gobierno de Teherán reaccionó enarbolando el artículo IV del TNP que declara "el derecho inalienable de todas las partes en el Tratado a desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos, sin discriminación", y en diciembre de 2003 suscribió como gesto de buena voluntad -si bien aún no lo ha ratificado- el llamado Protocolo Adicional al TNP, que permite al OEIA inspecciones por sorpresa de las instalaciones de un país.

A partir de entonces, se inició una rueda de negociaciones entre EE UU y Europa -Reino Unido, Francia y Alemania más Javier Solana, en representación de la Unión Europea- con los iraníes, con el fin de que éstos suspendieran sus actividades nucleares. El principal escenario de esas negociaciones, convertidas en un diálogo de sordos desde hace casi tres años, ha sido la sede del OIEA en Viena. A cada advertencia de Occidente, Irán ha respondido dando dos pasos hacia delante -enriquecimiento de uranio, puesta en funcionamiento de centrifugadoras, ruptura de los precintos del OEIA - y un paso atrás -aceptar la visita de los inspectores, conversaciones con Rusia, carta a Washington-.

Al final, la paciencia de Occidente parece estar acabándose y el caso está ya sobre la mesa del Consejo de Seguridad.

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