Malcriados
Resulta paradójico que la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia, siempre tan dispuestos a acusar al Gobierno de España de todos los males, supuestos o reales, que padece la Comunidad Valenciana, acudan hoy a regañadientes y pataleta incluida, como niños malcriados, al acto de presentación de la Copa del América en Madrid. Francisco Camps y Rita Barberá estarán en el Ministerio de Fomento forzados por la presencia de los Reyes, que no por la cortesía y la colaboración institucional que debería ser norma obligada para lograr la mayor difusión y éxito de la competición de vela más prestigiosa del mundo.
Desde que el PSOE ganara las elecciones generales de marzo de 2004, las relaciones entre Valencia y Madrid han sido ásperas, tensas y crispadas. El presidente y la alcaldesa han patrimonializado de forma excluyente la Copa del América, reivindicando para si todos los derechos y cargando la mayoría de los deberes sobre el Gobierno, al que pretenden reducir poco menos que a la condición de pagano del festejo, pero sin derecho a su disfrute. Camps y Barberá se han paseado por el mundo con la copa bajo el brazo sin contar con nadie, y se han fotografiado cuantas veces han sido precisas con los miembros de la Casa Real. Su desparpajo sólo es equivalente a su sectarismo. Con estos antecedentes, la acusación del portavoz del Consell, Esteban González Pons, al Gobierno de "hacer un uso partidista" de la monarquía supera con mucho el sarcasmo y bordea el insulto a la inteligencia.
Es verdad que el ejecutivo que preside Rodríguez Zapatero, inicialmente, cometió no pocos errores de bulto. Despreciando cuanto ignoraban -y lo ignoraban todo sobre la Copa del América-, demostraron escasa sensibilidad y una extraña prepotencia impropia de unos recién llegados al poder. Entendieron el evento como una competición de ricos (que lo es) sin comprender que en Valencia la Copa era el punto final a numerosas frustraciones y el lenitivo de una sociedad acomplejada por los éxitos de otras ciudades, singularmente Barcelona. Aspirantes a todo: capitalidad cultural europea, juegos Mediterráneos, mundial de atletismo..., y campeones de nada, los valencianos encontraron en la America's Cup un espejo en el que reconocerse como importantes. Al Gobierno le costó entender esa situación y Camps y Barberá explotaron al máximo un victimismo para el que han demostrado estar más que capacitados. Con el tiempo, a fuerza de bastonazos, el PSOE modificó su postura: También podía extraer réditos electorales si jugaba sus bazas. El acto de hoy en Madrid con los Reyes y Rodríguez Zapatero es una de ellas. Por eso molesta tanto a los dirigentes del PP. Que ello ocurra no es sorprendente, sí lo es la desmesura de su respuesta.
El presidente, la alcaldesa y el portavoz del Consell han reaccionado de manera ciertamente miope y provinciana, mezquina incluso. Han proyectado la imagen de unos niños malcriados incapaces de compartir con otros "su" juguete. Deberían tener más amplitud de miras y asumir como lógica la colaboración institucional con el Gobierno. Y no estaría de más que, puestos a exigir a los demás, empezaran por cumplir sus compromisos. Barberá sólo tenía una obra importante que realizar: la remodelación de la Avenida del Puerto de Valencia. No se puede decir que sea un modelo de gestión eficaz.
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