De la afición a la adicción
Diferentes coleccionistas hablan en la feria donostiarra DFoto sobre lo que les mueve a invertir tiempo y dinero en arte
El niño de la fotografía de arriba se llama Nicolás y, a sus diez años, ya es propietario de una pequeña colección de arte integrada por 21 piezas. La comenzó a formar su padre, el diseñador catalán Josep Maria Civit, autor con Eduardo Chillida de la imagen corporativa de Kutxa y de la de La Caixa con Joan Miró. "Al principio elegía yo las piezas; ahora lo hacemos juntos", confiesa. Padre e hijo llegaron a San Sebastián el jueves para visitar la Feria de Fotografía Contemporánea y Vídeo DFoto, organizada por el Centro Ordóñez-Falcón. Ayer se fueron siendo dueños, al menos, de una imagen de Jean Baptiste Huynh.
"Yo no colecciono obras de arte, sino formas de pensar", afirma rotundo Civit, propietario de una importante colección de arte contemporáneo centrada en el minimalismo, lo conceptual y el arte povera. "Si tienes un compromiso creativo, si tienes un compromiso con la presencia contemporánea, si eres absolutamente moderno, si amas la libertad y te gusta el conocimiento, el arte es un grandísimo ejercicio de memoria y una práctica excitante, en la medida en que te hace sentirte en tu época", añade.
"Lo que motiva el coleccionar arte no es lo económico, sino el placer de hacerte con una obra que te gusta"
De hecho Civit, nacido en 1947, sólo colecciona obras de creadores de su generación como forma de profundizar más en ella: "No quiero seguir más allá. No tengo ningún pánico en dejarlo. Me siento muy lejos de la palabra coleccionista porque remite a alguien obsesivo y no es mi caso".
Civit supone una excepción dentro de un mundo que, como reonocen la mayoría de sus protagonistas, crea adicción. El abogado Fernando Meana lo llama "arteopatía". "Yo no quería venir a DFoto. ¿Sabe por qué? Para no encontrarme en la tesitura de emocionarme con una obra y comprar". Este bilbaíno, que se lleva de San Sebastián un paisaje de Jean-Marc Bustamante, se inició en el coleccionismo hace décadas, de la mano de un amigo escultor.
Con él conoció y compró arte vasco, pero cuando llegó a Madrid en 1982 amplió su horizonte. Compra, siempre asesorado, lo que le gusta, salvo vídeos, sin olvidarse, eso sí, de la proyección futura de los autores con los que a veces le gusta relacionarse. "El coleccionismo de arte es muy distinto a otros. Es un valor vivo. Lo que motiva no es lo económico sino el placer, el sentimiento, el disfrute que te produce hacerte con una obra que te gusta y decir: 'Es mía", indica.
El dinero. Un asunto del que no quieren ni oír hablar los coleccionistas, generalmente personas que no trabajan en arte. Unos ponen como condición para hablar que no se les mente esa cuestión ni se les pregunte cuántas obras poseen. Otros salen con evasivas cuando se les interroga sobre los autores más destacados de su colección o sobre el lugar donde guardan las piezas, que suelen ceder a museos e instituciones públicas para exposiciones temporales.
"Para coleccionar arte no es necesario mucho dinero", coinciden Jean-Conrad Lemaitre y su esposa Isabelle. "Lo que hay que tener es buen ojo e instinto. Se aprende con el tiempo". La pareja, afincada en Madrid, comenzó a reunir pinturas y esculturas cuando se trasladó a España por el trabajo de él en banca. La colección fue evolucionando en Inglaterra, Bélgica,... "La idea era entender más la cultura de los países donde vivimos", explica Lemaitre. Con todo, el matrimonio, que apoya a jóvenes creadores, ha acabado especializándose en vídeo por su amor al cine.
Los protagonistas de este reportaje no coleccionan por rentabilidad económica -o eso dicen-, sino por pasión, por una afición que les exige mucha dedicación y a veces propicia compras más impulsivas que racionales. Xabier Aramburu, de la galería donostiarra especializada en fotografía Ivasfot, viajó hace 18 años a Colonia para comprar un equipo fotográfico de trabajo. "Vi una pieza de Man Ray y me quedé totalmente enamorado. Ha resultado ser una buena inversión".
Más de 10.000 personas visitan la muestra
La feria DFoto cerró ayer en San Sebastián su tercera edición en medio de la satisfacción general. La organización, a la espera de los resultados de la tarde, había contabilizado hasta mediodía la visita de 10.000 personas -el año pasado rondaron las 12.000-. Y también se hallaban satisfechas las 42 galerías presentes desde el jueves en el Kursaal. La mayoría han tenido ventas "aparentemente buenas, aunque siempre hay alguna por debajo de las previsiones", explica Enrique Ordóñez, promotor de este mercado de la imagen. Todas las galerías extranjeras que han estado presentes por primera vez en la muestra han confirmado ya su intención de repetir.
"DFoto es una feria con buen nivel y de escala humana. Te puedes manejar bien. Nosotros, en concreto, no nos podemos quejar", asegura Tony Tàpies, director de la galería catalana del mismo nombre. De las paredes de su espacio expositivo colgaban, entre otras y por primera vez, fotografías de Edward Burtynsky que han causado gran sensación. "Las hemos vendido todas y tenemos lista de espera", confirma.
Como Tàpies, los responsables de la galería neoyorquina Marian Goodman y de otras se mostraban satisfechos por el desarrollo de una muestra que ha reunido a más de 120 coleccionistas profesionales y está calando entre la población. "El primer año los ciudadanos se acercaban, el segundo preguntaban y éste ya han comprado", asegura Ordóñez.
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