La ballena que no llegó a Liguria
Dos grúas sacan del agua al cetáceo que llegó muerto al puerto de Barcelona arrastrado por un 'ferry', que será enterrado en un vertedero
La ballena de 30 toneladas y 18 metros de longitud que el viernes apareció muerta en el puerto de Barcelona será enterrada en un vertedero. No habría sido ése el destino de este inmenso cetáceo si no hubiese tenido la mala fortuna de chocar con un ferry procedente de Baleares, pero sucedió así y fue encontrado, ya cadáver, a cinco kilómetros de la desembocadura del Llobregat. El barco lo arrastró a la costa catalana como quien lleva la hoja de un árbol adherida a la suela del zapato: sin inmutarse. "Al llegar al puerto, le dijeron al capitán que llevaba una ballena enganchada", explicó ayer Carla Álvarez, de la fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos (CRAM).
Es época de migraciones y el animal se desplazaba tranquilamente desde el Atlántico junto con otros siete individuos de su especie, el rorcual común, una de las pocas que pueden verse de forma habitual en el Mediterráneo y la segunda más grande del mundo, sólo por detrás de la imponente ballena azul, el animal más grande del planeta. El objetivo de la migración, saciar su pantagruélico apetito. El lugar para atiborrarse de plancton, las costas de Liguria, en el norte de Italia. Un paraje que, por intervención del creciente tráfico marítimo, jamás alcanzó.
Ayer, después de tres días amarrada en el Moll Contradic del puerto, la ballena, una hembra que había entrado ya en la edad adulta, fue izada. No resultó una tarea fácil: se requirió el concurso de unas 20 personas y 2 grúas de gran tonelaje. Tras el trabajo previo de un equipo de submarinistas, los operarios la elevaron hasta la superficie del mar para "desinflarla", ya que había acumulado gran cantidad de gas en su interior y su volumen era excesivo, según informaron fuentes de la Autoridad Portuaria.
Más tarde, en medio del inquietante crujido de las cuerdas que la sujetaban, la elevaron hasta depositarla en una gigantesca lona de color verde. La grúa más pequeña tiraba de la cola; la más grande, de la desarbolada cabeza. Mientras el cetáceo emergía, el fuerte olor manifestaba su estado de descomposición. Sendas parejas de la Guardia Civil, la Guardia Urbana y el Cuerpo Nacional de Policía contemplaban la escena en pie, junto a los coches patrulla y con los brazos cruzados.
La ballena no sólo no ha llegado a Italia, sino que ha sufrido post-mortem el acoso de los pájaros. Durante el fin de semana, decenas de gaviotas revolotearon alrededor del apetitoso cadáver, según la Autoridad Portuaria. También las golondrinas, las barcas que realizan paseos turísticos por el puerto, se acercaron al cetáceo. Desde el pasado viernes, las empresas de estas embarcaciones ofrecían, además de su ruta por el puerto, la atración extra de la ballena.
Gabriel, uno de sus empleados, admitió que las golondrinas modificaron su ruta, a petición de los turistas, para acercarse lo más posible al animal para poder contemplarlo. "Han preguntado mucho por la ballena y todo el mundo quería hacerle fotos, sobre todo los niños", explicó. Sin embargo, el hecho de que esa zona del puerto sea de acceso limitado ha impedido una avalancha de curiosos, matizaron fuentes de la Autoridad Portuaria. Para colmo, el animal (o su alma inmortal, si la tiene) tuvo que oír bromas hirientes de algunos de los que presenciaron su ascensión: "Hoy iré a comer a un restaurante japonés; habrá sushi de sobra".
Jaume y Raúl, los buzos de la empresa Instalsub, posaron victoriosos para las cámaras junto a lo que quedaba de la inmensa boca del animal. "Antes de sacarla, estaba inflada como un pavo real", relató Jaume mientras desgranaba los detalles de la operación de rescate. Él ya está curtido en esto de sacar ballenas a flote: la de ayer era la tercera en su carrera.
Y es que ésta no es, ni de lejos, la primera ballena que no llega a Italia. No es un caso único ni extraordinario. En el puerto de Barcelona se han encontrado antes otros cetáceos muertos en circunstancias similares: en 1986, en 1994, en 2002 y hace dos años. En este último caso, según recuerdan fuentes de la Autoridad Portuaria, la operación fue más delicada porque, al intentar elevarlo con las cuerdas, el animal, dado su estado de descomposición, se partió por la mitad. Para evitar que la escena se repitiese, los operarios tomaron ayer especiales precauciones.
"Ahora están estudiando poner en los barcos dispositivos sonoros que asusten a las ballenas y eviten la colisión", explicó Carla Álvarez, de la fundación CRAM. Un investigador francés desarrolló hace unos años un sistema con este objetivo e instaló en Canarias un laboratorio de seguimiento para ballenas y cachalotes. El invento aún no se ha aplicado, pero podría servir para salvar numerosas poblaciones de cetáceos en todo el mundo.
Una vez muerta, la ballena encontrada el viernes no tenía demasiadas alternativas. "Incinerarla es casi imposible, lo mismo que dejarla en el fondo del mar: son animales que no se hunden y volvería a la superficie en un estado aún peor", aclaró Álvarez. La única alternativa al vertedero habría sido que algún museo de historia natural se hubiera interesado por ella; es decir, por su esqueleto. Pero ninguno lo ha hecho.
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