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"¡Por allí resopla!"

Jacinto Antón

Ante la ballena todos decimos "llamadme Ismael" y nos llenamos la boca y el corazón de Nantucket, velas y arpones. Un escalofrío nos recorre al recordar el relato bíblico "Y Dios había preparado una gran ballena para que se tragara a Jonás", que ya siempre resonará con la potente voz de Orson Welles encarnando al padre Mapple desde la proa de su púlpito. Pronuncias "ballena", aunque sea bajito, y la palabra crece y crece como si la lanzara el serviola del Pequod -"¡por allí resopla!"- tratando de hacerse acreedor al doblón de oro de Ahab.

¿Dónde reside el secreto de la ballena? ¿En su tamaño? ¿En el misterio proteico de su forma confundida con las olas? ¿En su comunión con los secretos de las profundidades? Melville la relacionó con la verdad última, a la que es blasfemo dar caza, intentar abarcar y comprender. Con Dios. La hizo blanca para destacar su extrañeza y su enigma.

Como todos los grandes símbolos, la ballena es polisémica. Tiene la frialdad del pez y el calor de nuestra raza. Es temible y maternal -la gran vaca del mar, cuya leche se mezcla con la espuma- , se sumerge en lo más hondo de nuestra alma y al tiempo proyecta su chorro hacia el firmamento. Su interior es útero primordial y vientre del monstruo devorador. También escondite del tesoro -el valioso ámbar gris-. La asociamos a Moby Dick, pero asimismo a Pinocho. Está en todos nuestros sueños desde la infancia. La amamos y la tememos. Y cuando viene a nosotros, firmes en la segura orilla, corremos a contemplarla para confirmar nuestra fascinación y ver si revela la fuente inmemorial de sus prodigios.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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