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Reportaje:

El riesgo bélico pone el precio

La disminución de las 'reservas ociosas' alienta la escalada del crudo

Jesús Mota

En síntesis, el precio del petróleo ha llegado hasta los 74 dólares por barril debido a que, aunque en la actualidad sobra el crudo en el mercado, existe una elevada probabilidad -tal como consideran los mercados, energéticos y sobre todo de inversión- de que falte a corto plazo. La cadena de explicaciones que detallan esta síntesis es la siguiente: si existe una intervención militar en Irán, el mercado tendrá que prescindir de la producción iraní; si eso sucede, desaparecerán del mercado aproximadamente 3,8 millones de barriles diarios; a diferencia de crisis anteriores (intervención en Irak, huracán Katrina), la escasez de oferta no podrá compensarse con la puesta en producción de reservas ociosas porque han descendido de forma drástica (gráfico adjunto); así que los inversores tienen razones para suponer que el precio del petróleo seguirá siendo muy caro en función sobre todo de la prima de riesgo geopolítico (Irak, Irán, Nigeria).

En los países de la OCDE el consumo se resiste a bajar porque aumenta el consumo final en el transporte por carretera
Las multinacionales petroleras han decidido que era más conveniente devolver el dinero a los accionistas que invertirlo en países 'conflictivos'

La madre de este cordero está, pues, en las llamadas reservas ociosas, que son, como se sabe, el volumen de petróleo que un país o empresa puede poner en producción en el plazo de 30 días a partir del momento que se detecta escasez en el mercado y que pueden producirse al menos durante 90 días. Es decir, son yacimientos detectados que pueden explotarse simplemente perforando un nuevo pozo o aumentando la capacidad de extracción de las bombas. Pero, como en el caso de las reservas en explotación, la disponibilidad de las ociosas depende de las inversiones realizadas en su detección y cartografiado; y se da la circunstancia de que las multinacionales petroleras han decidido que era más conveniente devolver el dinero a los accionistas que invertirlo en países con tan elevado riesgo bélico. A los países productores tampoco les entusiasma invertir en ampliar las reservas; al fin y al cabo defienden generalmente políticas de reducción de la oferta para mantener altos los precios. Súbitamente, las empresas y la OPEP han descubierto que el colchón para atenuar las crisis está a punto de desaparecer, lo cual significa que cualquier crisis en la oferta sería prácticamente inmanejable. Una situación explosiva, si se permite el juego de palabras, puesto que la demanda mundial de petróleo está creciendo a todo trapo empujada por el consumo asiático y, sobre todo, de China.

Si hubiera que explicar además en dinero cómo se mantienen precios superiores a los 60 dólares por barril en un mercado de petróleo relativamente abundante, habría que atribuir en primer lugar unos 9 o 10 dólares a la prima de riesgo geoestratégico (conflicto bélico posible en Irán); quizá habría que imputar otros 5 dólares a la inestabilidad permanente en Irak; y otros 6-8 dólares a la presión de los mercados de futuros. Los inversores han incorporado al petróleo en sus carteras de inversión de forma masiva y el resultado es el que cabía esperar: los precios a futuro son superiores a los actuales. Se puede asegurar que el promedio del petróleo ya no está en los 30 dólares, como en el cuatrienio 2000-2004, sino en los 45 dólares... por lo menos.

Además de estos factores de encarecimiento actúan otros de carácter estacional, ya muy conocidos. Por ejemplo, la parada primaveral de las refinerías para mantenimiento, que obliga a aumentar la demanda de los crudos de mayor calidad para mantener la proporción de productos ligeros y, por lo tanto, encarece el Brent; o el aumento de octanaje de las gasolinas en Estados Unidos. En buena lógica, la desaparición de estos factores hará retroceder el precio por debajo de los 70 dólares de forma casi inmediata.

La formación de los precios del petróleo es endemoniada. Difícilmente puede hablarse de un precio de equilibrio, puesto que tanto la oferta como la demanda son inelásticas -no responden a las variaciones de precios-. Precisamente la inelasticidad de la demanda explica la resistencia que se aprecia en los países industrializados a reducir el consumo de petróleo e, incluso, en algunos como España, a elevar la eficiencia energética (bajar el consumo de energía por unidad de producto).

En el gráfico adjunto (Demanda sectorial de petróleo) se aprecia que en los países de la OCDE el consumo se resiste a bajar en gran medida porque ha aumentado considerablemente el consumo final en el mercado del transporte por carretera, que es prácticamente inamovible. Durante el primer choque petrolero, a principios de la década de los setenta, se daba una elevada proporción de consumo energético en la industria.

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