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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Rumsfeld y el poder inteligente

La derrota del terrorismo exige la conquista de mentes y corazones

Donald Rumsfeld, secretario de Defensa estadounidense, hablaba recientemente de la guerra mundial contra el terrorismo emprendida por el Gobierno de Bush. "En esta guerra es posible que algunas de las batallas más cruciales no se libren en las montañas de Afganistán o en las calles de Irak, sino en las salas de redacción de Nueva York, Londres, El Cairo y otras partes. Nuestros enemigos se han adaptado hábilmente a la guerra en la era de los medios de comunicación, pero en buena medida nosotros no lo hemos conseguido". La buena noticia es que Rumsfeld está empezando a captar que la lucha contra el terrorismo no se puede ganar exclusivamente mediante el poder militar duro. La mala es que sigue sin entender el poder blando: la capacidad de llegar donde uno quiere mediante la atracción en lugar de la coacción.

Ahora, Rumsfeld se da cuenta por fin de la importancia de ganar las mentes y los corazones, pero, como decía The Economist, "buena parte de su discurso se centraba en que, con unas hábiles relaciones públicas, Estados Unidos podía ganar la guerra de propaganda". Pero Rumsfeld olvidaba la primera regla del marketing: si tienes un mal producto, ni la mejor publicidad conseguirá venderlo.

Es un error confiar demasiado sólo en el poder duro o en el poder blando. La capacidad para combinarlos eficazmente es el poder inteligente.

Durante la guerra fría, Occidente usó el poder duro para disuadir la agresión soviética, mientras que empleó el poder blando para erosionar la fe en el comunismo tras el telón de acero. Eso era poder inteligente. Para ser inteligente hoy, Europa debería invertir más en sus recursos de poder duro y Estados Unidos debería prestar más atención al blando.

Durante el primer mandato de George W. Bush, cuando se le preguntó a Rumsfeld por el poder blando respondió: "No sé lo que significa eso". Por esa ignorancia se ha pagado un alto precio. Afortunadamente, en el segundo mandato, con Condoleezza Rice en el Departamento de Estado y la reputación de Rumsfeld dañada por fallos que en el sector privado habrían provocado su despido, Bush se ha interesado más por el poder blando de Estados Unidos.

Naturalmente, el poder blando no es la panacea. Por ejemplo, no consiguió alejar al Gobierno talibán de su apoyo a Al Qaeda en la década de 1990. Hizo falta el poder militar duro para romper ese vínculo. Y tampoco bastará el poder blando para paralizar el programa nuclear de Irán.

Pero otros objetivos, como promover la democracia y los derechos humanos, se alcanzan mejor mediante el poder blando. La democratización a la fuerza tiene sus límites, como Estados Unidos ha aprendido en Irak.

Esto no significa que el Pentágono de Rumsfeld sea irrelevante para el poder blando estadounidense. La fuerza militar puede en ocasiones contribuir al poder blando. Un ejército bien dirigido puede ser fuente de atracción, y los programas de formación y cooperación militares pueden establecer redes transnacionales que refuercen el poder blando de un país. La impresionante labor realizada por el ejército estadounidense a la hora de proporcionar ayuda humanitaria tras el maremoto del océano Índico de 2004 ha ayudado a Estados Unidos a recuperar su atractivo. Pero el uso indebido de los recursos militares también puede socavar dicho poder. La Unión Soviética poseía mucho poder blando en los años posteriores a la II Guerra Mundial, pero el atractivo de los soviéticos como liberadores quedó destruido por el uso que hicieron del poder duro contra Hungría y Checoslovaquia.

Cálculos

La brutalidad y la indiferencia a los principios de discernimiento y proporcionalidad de la "guerra justa" también pueden destruir la legitimidad. La eficacia militar de la invasión inicial que Estados Unidos llevó a cabo en Irak en 2003 causó admiración en algunos extranjeros. Pero este poder blando se vio perjudicado por la ineficacia de la ocupación, los malos tratos a los prisioneros de Abu Ghraib y la política de detenciones sin juicio en Guantánamo (iniciada por Rumsfeld). Desde luego, nadie espera que podamos atraer nunca a personas como Mohammed Atta u Osama Bin Laden. Necesitamos el poder duro para enfrentarnos a casos así. Pero la amenaza terrorista de hoy no es el choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Es una guerra civil dentro del islam entre una mayoría de personas normales y una reducida minoría que desea coaccionar a los demás para que acepten una versión fuertemente ideológica y politizada de su religión. No podemos ganar a no ser que ganen los moderados. No podemos ganar a menos que el número de personas reclutadas por los extremistas sea menor que el número de aquellos a los que matemos o disuadamos. Es posible que Donald Rumsfeld entienda este cálculo en principio, pero sus palabras y actos demuestran que no sabe cómo nivelar la ecuación en la práctica. Ganar la guerra es imposible sin poder blando.

Joseph S. Nye es catedrático de Harvard. © Project Syndicate, 2006. Traducción de News Clips.

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