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Crítica:'LIED' | D. Henschel
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El oscuro pájaro de la noche

Es Dietrich Henschel un barítono de tintes sombríos. En el capítulo del estilo visual sitúa en primer lugar el gesto, la actuación escénica, con lo que asistir a uno de sus recitales es como presenciar una obra de teatro de cámara para actor solo, con voz y piano añadidos. Cuando hizo en Madrid Winterreise, de Schubert, en estos mismos ciclos, se apoyó en una dirección teatral de Pierre Strosser. Funcionó a medias. Anteayer se reafirmó en sus principios al colocar la teatralidad en el pico de la pirámide. El problema es que ésta no surge prioritariamente como un juego de contrastes expresivos desde la voz, sino como resultado de la puesta en escena. La música deja el protagonismo al teatro. Es un planteamiento original en un cantante, pero no fácilmente asimilable, al menos en un público más afín al canto que al teatro.

XII Ciclo de Lied

Dietrich Henschel (barítono). Con Fritz Schwinghammer de pianista acompañante. Obras de Henri Duparc, Hans Pfitzner, Johannes Brahms y Francis Poulenc. Fundación Caja Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 24 de abril.

Henschel es un buen actor, qué duda cabe, pero no acaba de seducir. Al menos, desde la utilización teatral de la voz. Su fraseo es limpio, académico, impecable, pero también monótono. La luminosidad francesa, por ejemplo, se sumerge con su canto en la bruma, y así sus retratos de Picasso, Chagall, Braque, Gris, Klee, Miró o Villon, con música de Poulenc y textos de Paul Eluard, resultan curiosamente poco pictóricos y en exceso literarios. Su Pfitzner fue quizás lo más interesante de la noche, especialmente El organillero y De no ser así, de las Vier lieder opus 15, aunque no se alcanzan los niveles logrados en Korngold en una de sus visitas anteriores a estos ciclos.

Perfeccionista y poco cálida su lectura de Duparc y atractiva por momentos su visión de Brahms. Fue, en conjunto, un recital muy correcto desde la ortodoxia, aunque, todo hay que decirlo, con escaso glamour. El equilibrio entre música e interpretación estuvo descompensado y ello no favoreció los procesos habituales y a veces misteriosos de la comunicación. El pianista acompañó con mucho criterio. El entusiasmo no se desbordó, pero tampoco se llegó a cotas de desilusión.

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